Entre infraestructura, el pago y el empresariado de la 4T

Autor: Salvador García Soto

Económicamente está por verse si el Acuerdo Nacional de Inversión en Infraestructura resulta tan efectivo y eficiente para detonar el crecimiento y dinamizar a la recesiva economía nacional y  mucho depende de qué tan rápido fluyan y se terminen los proyectos y las 147 obras en las que se pretende invertir 859 mil millones de pesos en lo que resta del sexenio; pero políticamente ese acuerdo ya dio frutos de manera inmediata porque ayer mismo, en la presentación del plan conjunto del gobierno y un grupo de los empresarios nacionales, terminó de tomar forma lo que podría llamarse el “empresariado de la 4T”.

Los empresarios y las organizaciones empresariales que acudieron ayer al Palacio Nacional  a respaldar el Acuerdo sabían que su presencia les garantizaba no sólo ser parte del proyecto sexenal de infraestructura del presidente López Obrador; al mismo tiempo sabían que el mandatario, con este plan a cinco años que garantiza obras y concesiones a las empresas participantes, termina de saldar y de cubrir cualquier afectación que causara a grandes empresarios su decisión irreversible de cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco. En términos políticos el plan de ayer fue el cierre de la “herida” o el fin a la desconfianza que se abrió entre empresarios y el presidente tras la cancelación del NAIM.

Por eso, más allá de las cifras y las proyecciones para construir infraestructura en toda la República con un componente mayoritario de inversión privada y obras concesionadas, el acto que encabezó el presidente sirvió para medir, en las presencias, pero también en las ausencias, a los capitanes de empresa que están alineados ya con el proyecto de la Cuarta Transformación, algunos incluso al grado de despojarse definitivamente de vínculos políticos que tuvieron en el pasado para apostar por el actual gobierno y cuidar y blindar sus negocios e inversiones de cualquier desacuerdo o desavenencia con el poder.

El caso más claro y llamativo ejemplo de este realineamiento sexenal que se consumó ayer en el mundo empresarial mexicano, es sin duda el del ingeniero Carlos Slim Helú. Tras varios coqueteos, escarceos, diferencias y hasta autoelogios con el presidente, el ingeniero finalmente se despojó ayer de su salinismo de origen para comprometerse, al menos por los siguientes cinco años, con López Obrador y con la 4T. Así, el hombre más rico de México, que siempre ha sabido jugar sexenalmente con todos los presidentes, se volvió ayer la cabeza y la certeza por la que otros empresarios importantes decidieron dejar sus dudasincertidumbres dubitaciones, para invertir finalmente de la mano de la actual administración.

Junto a Slim van otros grandes como Rogelio Zambrano, de Cemex; Roberto Hernández; Carlos Mora, de Vidanta; Tania Ortiz Mena, de IEnova; Antonio del Valle, que aunque representa al Consejo Mexicano de Negocios, no garantiza tampoco la presencia de algunos integrantes de ese organismo que tienen pleitos irreconociliables con el presidente como Claudio X. González, el padre y el hijo; Alejandro Ramírez, de Cinepolis y por supuesto Alberto Bailleres y Germán Larrea. Representando a Ricardo Salinas Pliego, y también al apoyo de la banca al programa de infraestructura, estaba Luis Niño de Rivera.

Por parte de otros organismos empresariales, la presencia de Carlos Salazar, del CCE —al que además le atribuyen aspiraciones a una candidatura de Morena al gobierno de Nuevo León— contrastaba con la ausencia notoria de Gustavo de Hoyos, crítico de la 4T y quien mandó a un representante; y jugando alineados con el gobierno estaban Francisco Cervantes, de Concamin; José López Campos, de Concanaco; Manuel Escobedo, de la AMIS, y Luis Osorio, de Canaero. Así que tal vez no sean todos los que estén ni estén todos los que son, pero las presencias y las ausencias de ayer en Palacio Nacional, en la presentación del plan sexenal de infraestructura del presidente López Obrador, se pudo ver claramente que si bien este gobierno no tendrá una clase empresarial privilegiada y favorecida con contratos, obras, favores y corrupción, como si lo tuvieron casi todos los presidentes antes que él, lo que sí habrá es un sector del empresariado nacional que claramente se alinea con la 4T mientras otros deciden combatirla.

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