¡Hombricidio!

homicidios

Autor: Circe Camacho

Recientemente, en una reunión social, escuché un comentario sobre la violencia de género. Sabemos que es una falacia, pero el interlocutor aseguraba que tipificar delitos como feminicidio era un error y, en todo caso, tendría que hablarse también de “hombricidio”.

Es cierto que debemos aspirar a una sociedad en la que todas y todos tengamos los mismos derechos y garantías, pero la idea detrás de tipificar estos homicidios como feminicidios es dar respuesta a una situación de emergencia, es tratar de detener todos esos crímenes –que casi siempre se cometen con extrema violencia– que tienen su origen en la posición de subordinación, marginalidad y riesgo en el que las mujeres se encuentran respecto de los hombres.

Y sí, hay violencia de género contra hombres, pero la posición de subordinación, marginalidad y riesgo en el que se basan casi siempre es respecto de otro hombre, y por cada delito sexual contra un hombre hay 11 contra mujeres.

En fríos números: 3 feminicidios y 50 violaciones diarias, en promedio. Una de cada tres mujeres hemos experimentado algún tipo de violencia sexual, y siete de cada 10 de nosotras, agresiones de índole sexual. Desde piropos hasta violaciones.

De acuerdo con la ONU, los días de trabajo perdidos por violencia hacia las mujeres es equivalente a 5.2 por ciento del producto interno bruto mundial. Sí, son todas esas historias que nos erizan la piel al escuchar que una más no regresó a casa.

De hecho, nuestro país está dentro del grupo de las 20 naciones más hostiles contra las mujeres, por sus índices de violencia, inseguridad e inequidad de género.

Un ejemplo, en la región de La Laguna aumenta 30 por ciento el número de denuncias por violencia de género cuando pierde el Santos, equipo de futbol local con 5 títulos en 8 temporadas largas y 44 torneos cortos en primera división.

En este ambiente de violencia, las y los menores de edad están más expuestos. En los últimos 20 años –de 1998 a 2018– fueron asesinadas 690 niñas menores de un año. A estas víctimas se suman mil 548 niñas de 1 a 4 años de edad, mil 72 niñas de 5 a 9 años y mil 216 niñas de 10 a 14 años que tuvieron el mismo trágico fin: que alguien decidiera ahorcarlas, ahogarlas, golpearlas o herirlas con armas de fuego o cualquier cosa que tuvieran a la mano sus victimarios, como martillos o piedras.

Cuando llegan a adolescentes, asombra la abierta intención de dañar y humillar: 26 mil 244 homicidios intencionales contra mujeres de 15 a 19 años que duelen y desconciertan; principalmente, por la que era una indiferencia generalizada hasta hace muy pocos meses.

Por eso me llamó tanto la atención el comentario sobre el “hombricidio”, porque históricamente hemos sido colocadas en una situación distinta a la de los hombres y casi siempre de forma incorrecta e injusta. Siempre obligadas a responder y conducirnos como se supone que debemos hacerlo por ser mujeres: sensiblesemocionalesfemeninas y madres. Nada fuera de eso es aceptado. Todo dentro de ese concepto es válido, incluso el control y la violencia, y con mayor razón cuando se trate de romper el canon.

Y si bien hemos avanzado como sociedad, pareciera que tener leyes que busquen erradicar la violencia y discriminación de género reflejan una realidad diferente a la que día con día vivimos las mujeres en todo el país, pero el tema no es solo de las instituciones o las autoridades responsables de su aplicación. Es decir, se puede fortalecer el sistema judicial y castigar como corresponde cada feminicidio, pero esa no es la solución.

La verdadera solución a este y otros grandes males nacionales está en cada una y uno de nosotras y nosotros. Tener una policía confiable y un sistema judicial eficiente no evitarán que se cometan homicidios basados en una posición de subordinaciónmarginalidad y riesgo. Erradicar la violencia de género será posible hasta que como sociedad reconozcamos que existen condiciones, actitudes, tradiciones y costumbres que nos ponen a las mujeres por debajo de los hombres, en todos los sentidos. No hay institución que valga, sin la participación y compromiso de todas y de todos. Aprovechemos que inicia otro año para mejorar como personas.

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