Después del estruendo, el silencio

despues del estruendo paro nacional

Martha Anaya

Nueve de marzo de 2020. Ciudad de México: Pasmo, desconcierto, inquietud…

Amanecer extraño: Percibir de golpe una cierta soledad en las calles. Mirar con mayor detenimiento. Prácticamente no hay mujeres al paso. El Metrobús y el Metro invitan a ingresar. Los espacios reservados para las mujeres –de habitual atiborrados casi al punto de la asfixia- lucen semivacíos.

Las pocas mujeres con las que nos topamos sonríen con una mezcla de alegría y complicidad.

Estamos pero no estamos, parecen decir. Guardan silencio y dejan vagar la mirada por esta ciudad que hoy despide un sabor chocante.

Buena parte de los varones evitan cruzar a las zonas reservadas para las mujeres. A diferencia de otras ocasiones, se mantienen en su espacio.

Miran con cierto recelo hacia ese punto que les es vedado, pero que tanto gustan de transgredir en cuanto hallan oportunidad.

¿Niños? No. Tampoco se ven. Las escuelas han cerrado. La mayor parte de la planta docente son mujeres; o al menos eso aducen, y las aulas no han abierto sus puertas.

Algo semejante ocurre en diversas sucursales bancarias. Incluso en ese mundo tan de corte varonil, se resiente la ausencia femenina.

Importantes almacenes como Liverpool, Palacio de Hierro, Sears –de habitual visitados por su clientela-, este día lunes 9 de marzo, sí que figuraban como enormes elefantes blancos.

Hasta 500 mil escritorios de muy distintos gremios de la Administración Pública Federal –según datos de la FSTSE– quedaron abandonados.

Sólo personal médico, enfermeras y doctoras fueron exceptuados del paro.

Y en esas excepciones, las que no tienen de otra.

Tal fue el silencio del 9M, de #UnDíaSinNosotras.

Silencio, el día después del estruendo con que decenas de miles irrumpimos en las calles con vestimenta morada y pañoletas verdes; con un grito de guerra acompañado de tambores y panderos, con rosas rojas y cruces rosas.

Silencio, un día después de la alegría de mirarnos y sabernos tantas en busca de un cambio profundo en esta sociedad que aún nos mira menos y nos considera menos; y, peor aún, que nos trata con odio y resentimiento.

Silencio también para reflexionar en lo que habremos de cambiar de las viejas costumbres que nos fueron transmitidas de generación en generación, y que anidan de algún modo el huevo de la serpiente.

Silencio después del estruendo con que nos hicimos escuchar, y una cartulina recargada en un rincón del cuarto con su voz en pie de lucha: “Déjame caminar tranquila, mi cuerpo no pide que lo toques”.

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GEMAS: Derivado del desplome en los precios del petróleo y el nerviosismo por la expansión del coronavirus, el peso mexicano cerró ayer en 21.17 unidades por dólar, su peor cierre en más de tres años.

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