Municipios de la esperanza, ¿país de desesperanza?

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Enrique Quintana

Si existen ‘municipios de la esperanza’, ¿será que también existan municipios, estados y aun un país de desesperanza?

La lista de los 269 municipios que podrán reabrir su economía a partir del 18 de mayo, que aún no se conoce al detalle de manera oficial, no va a estar caracterizada por localidades llenas de progreso y bienestar… sino todo lo contrario.

Seguramente, va a tratarse mayormente de municipios pobres y aislados. Por cierto, muchos van a ser de Oaxaca en donde está la cuarta parte de todos los municipios del país.

O, ¿será esa la idea de ‘esperanza’ de la actual administración?

Más allá de esta desafortunada denominación, el programa presentado ayer para reabrir la economía nos deja con más preguntas que respuestas.

Entre ellas y en primer lugar se encuentra una que ya hemos hecho de manera insistente: ¿existe realmente certidumbre de que los municipios que se van a reabrir están libres de casos de contagio? ¿La aplicación de pruebas que se ha hecho (al 0.1 por ciento de la población y no con una selección muestral) nos permite dictaminar que cierta zona está “limpia”?

Uno de los ingredientes claramente ausentes en lo que hasta ahora conocemos del programa de reapertura son los criterios específicos para poner determinado color a un estado.

Si no están claros los elementos que van a considerarse para clasificar a una entidad, cabe la posibilidad de que el criterio sea subjetivo y que eventualmente tenga sesgo político.

La preocupación no es solo nuestra. Algunos gobiernos estatales han informado que van a tomar decisiones sobre la base de lo que les digan sus asesores médicos.

Y como dijo el doctor Fauci, la máxima autoridad de EU en materia médica, en una comparecencia ante su Congreso: un desconfinamiento apresurado o no planeado puede causar dolor y muerte que podrían ser evitados.

Es seguro que se cometieron errores en el ataque al COVID-19. Se esperó demasiado para el confinamiento y cuando éste vino, quizás se cerraron más actividades de las debidas.

No es descartable que esos errores hayan costado una mayor caída en la actividad económica (pero seguro menos que la falta de políticas para amortiguar el impacto).

Sin embargo, si para compensar, ahora se apresura la reapertura, o bien se toman decisiones sin considerar de manera cuidadosa los impactos en la salud, no estaremos hablando de la pérdida de más o menos puntos porcentuales del PIB, sino de cientos o incluso miles de fallecidos.

Y si nuestra cultura y valores no han cambiado en estas semanas de confinamiento, la vida humana no tiene precio alguno. No hay criterio económico alguno que pueda justificar la muerte.

Claro que hay que discutir la reapertura. La economía no puede estar cerrada eternamente ni nosotros podemos vivir siempre en confinamiento.

Pero deben existir criterios muy claros, basados en un análisis cuidadoso de las implicaciones sanitarias y económicas.

El tema es conseguir que la economía se mueva sin poner en riesgo más vidas.

Me preocupa que haya una urgencia para construir la imagen de que vamos bien, que hemos ‘aplanado en la curva’, que hemos domado la pandemia, que aquí en México hacemos las cosas mejor que en otros lugares, que somos una raza resistente, y muchas otras afirmaciones que se han hecho en las mañaneras.

Pero, si en aras de justificar tales afirmaciones presidenciales se toman decisiones que al final tengan un alto costo humano, el país no podrá perdonar a quienes intercambian imagen política por vidas humanas.

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