La historia de los médicos enganchados

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Héctor de Mauleón

La historia comenzó con una llamada de extorsión hecha al azar desde el penal de Altamira, Tamaulipas. “Tengo secuestrado a tu hijo, lo voy a matar”, le dijeron al hombre que contestó.

Quiso el azar que la víctima tuviera, en efecto, un hijo de 24 años, y que este fuera además un policía militar que ese mismo día había llegado a hospedarse a un hotel de la ciudad de México: el Ambos Mundos, ubicado en Tacubaya.

En el centro de reclusión de Altamira hay gente que debido a la imparable corrupción pasa el día entero intentando diversos mecanismos para extorsionar. La víctima creyó lo que le dijeron, quedó a merced del extorsionador. Este obtuvo toda la información que más tarde iba a utilizar: el nombre y la edad del policía militar, y el número de su teléfono celular, entre otros datos. Obtuvo también información detallada sobre su vida y la de su familia. Obligó al padre a tomarse una foto y enviársela.

Comenzó el atroz proceso de presión empleado por los extorsionadores para que la familia del joven policía militar pagara una cantidad abultada por su supuesto rescate.

Las cosas, como se sabe, no terminaron ahí. Esa noche, el policía militar —lo llamaré “A”— recibió en su hotel una llamada en la que un hombre que se presentó como miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación le anunció: “Tengo secuestrado a tu padre, lo voy a matar”.

Con un lenguaje excesivamente violento, el supuesto jefe del CJNG le fue dosificando la información que había obtenido. “A” también creyó lo que le dijeron, también quedó a merced de su verdugo. Este le sacó nueva información y le obligó a hacer una serie de pagos rápidos.

No solo eso, al percatarse de que “A” se hallaba en un hotel, le ordenó ponerse el traje militar y tocar en la habitación contigua. Una versión recogida por el columnista refiere que el extorsionador había realizado en realidad una videollamada, lo que le permitía tener un control completo de la situación y dirigir lo que estaba ocurriendo.

Cuando el azar se junta con la corrupción se arruina el mundo. Esa noche habían llegado al hotel 13 enfermeros y enfermeras del IMSS, enviados desde Monterrey para apoyar al personal del hospital provisional Autódromo Hermanos Rodríguez –en el que se atiende a población sospechosa de haber contraído Covid-19.

Entrevistados más tarde, los integrantes del equipo médico relataron que un militar se presentó de madrugada en su habitación, “mientras sostenía una llamada telefónica”, y se identificó como miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación.

Uno de los enfermeros declaró a Milenio que el militar los insultaba y les decía que tenía francotiradores: “Nos decían que nos estaban viendo, que estaban aliados con el gobierno”.

Hacia las tres de la mañana, las víctimas habían sido concentradas en una habitación, la de la jefa de enfermeros. “Nos sacaron información de cuánto dinero teníamos en las tarjetas”, relató una de ellas. Enfermeros y enfermeras se fueron pasando el teléfono, entregándole al extorsionador información sobre sus familias. Más tarde fueron obligados a tomarse fotos desnudos: las fotos les fueron enviadas a sus familiares, “para pedir más dinero como rescate”.

Los trabajadores de la salud dijeron que les impresionó que el que estuviera ahí fuera un militar, y que les dijeran que el hotel estaba rodeado: creyeron que, efectivamente, habían sido secuestrados.

A la mañana siguiente, las víctimas fueron separadas en dos grupos: unas permanecieron en el Ambos Mundos; otras fueron conducidas por “A” a un hotel cercano, el Bonn. El interno de Altamira obligó a algunos a ir al banco para realizar más retiros.

El 19 de mayo, personal de la Fuerza Antisecuestro y la Policía de Investigación recibió una llamada. El extorsionador o los extorsionadores también habían llegado hasta la directiva del hospital Autódromo Hermanos Rodríguez. Les dijeron que tenían secuestrados a los 13 enfermeros, les dieron sus nombres y les pidieron una fuerte suma por la liberación de cada uno. Las llamadas llegaron del 81 27 31 08 85.

Trabajos de inteligencia realizados por la FAS-PDI determinaron que la extorsión venía del penal de Altamira. Por medio de telefonía, determinaron también el lugar en el que se hallaban las víctimas.

Agentes de la policía arribaron al lugar en cosa de minutos. Habían logrado impedir que la directiva del Hermanos Rodríguez cayera en la trampa, pero era demasiado tarde para el equipo de enfermeros.

Los 13 habían llegado a la ciudad a dar lo mejor de sí, y para luchar contra un monstruo. Fue otro el que se encontraron.

“A”, el más importante de los enganchados, se encontraba ayer declarando en la FAS.

La lección es descorazonadora. No pueden limpiar una cárcel, ¿cómo van a limpiar un país? 

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