Un salto al vacío

cubrebocas

Enrique Quintana

El deseo del presidente de López Obrador de que ya podamos salir nuevamente, como lo está haciendo él, para tratar de evitar el desplome económico, nos ha conducido a dar un salto al vacío.

El caso más claro corresponde a las decisiones que tomó el gobierno de Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México.

El pasado 22 de mayo el gobierno capitalino estableció que para transitar de semáforo rojo a naranja se requería una ocupación hospitalaria menor a 65 por ciento y dos semanas con tendencia a la baja en el número de personas hospitalizadas.

Hay que recordar que un semáforo en rojo, como tiene actualmente la CDMX, significa que sólo se pueden realizar las actividades catalogadas como esenciales.

Bien, pues el viernes pasado, la jefa de Gobierno anunció que comenzábamos la transición hacia el semáforo naranja y que desde hoy se reanudaba la actividad manufacturera en general.

Es decir, el propio gobierno capitalino se saltó la regla que fijó al permitir que, con un semáforo en rojo, se realicen actividades no esenciales.

Se inventó una etapa de transición del rojo al anaranjado para permitir esto, a pesar de que no se cumplen ninguna de las dos condiciones que el propio gobierno de la ciudad estableció.

Al 13 de junio, el número de personas hospitalizadas por el coronavirus en la CDMX era de 4 mil 374, una cifra que prácticamente se ha mantenido estable desde el pasado 20 de mayo. Es decir, no se ha presentado la condición de dos semanas de reducción consistente del número de personas hospitalizadas.

De acuerdo con los datos de la CDMX, el porcentaje de ocupación hospitalaria es de 68 por ciento y de acuerdo a los datos presentados por la Secretaría de Salud, ese porcentaje fue de 77 por ciento.

Es decir, en ninguna de las dos mediciones, el parámetro fijado por el propio gobierno de la ciudad se cumplió.

El jueves pasado hubo una reunión entre la jefa de Gobierno y el presidente López Obrador en la que se acordó el nuevo calendario de reapertura, saltándose las reglas fijadas.

Lo más probable es que haya existido una fuerte presión del gobierno federal para que la Ciudad de México se alineara.

Es tan notoria la inconsistencia de los mensajes de las autoridades de nuestro país, que el director ejecutivo de la OMS, Mike Ryan, criticó al gobierno mexicano y señaló lo siguiente: “Los ciudadanos se sienten confundidos si escuchan diferentes mensajes y hay que garantizar que tengan la mejor información posible para protegerse”.

El propio gobierno de la CDMX ya reportó incremento de la movilidad vehicular de 25 a 30 por ciento en diversas alcaldías durante la semana pasada, por lo que es previsible que en ésta, el incremento sea aún mayor.

Los países que han comenzado procesos de reapertura, lo han hecho en el momento en el que la curva de contagios va claramente a la baja, no como ahora en México donde el propio López-Gatell ha reconocido que estamos en una “meseta”.

En México, como, según el presidente, somos una raza resistente, estamos abriendo aunque el viernes pasado se haya registrado el nivel más alto de contagios de toda la pandemia.

Ojalá nos equivoquemos, pero hay la posibilidad de que ese número se vaya para arriba tras la reapertura. Tan claro es el riesgo que el gobierno federal y local han dicho: de ser necesario, volveremos a cerrar. ¿Para qué tomar el riesgo?

¿O será acaso que el gobierno tomó la decisión de que debe reactivar la economía sin importar si la gente enferma o fallece?

No lo sé. Pero se trata de un salto al vacío.

Lo único que cabe esperar es que debajo no vaya a existir un precipicio.

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