La pandemia no se va a ir espontáneamente

pandemia cubrebocas

Enrique Quintana

He percibido que hay muchas personas que piensan que la pandemia debe acabarse de manera espontánea.

Ninguna epidemia o pandemia ha durado indefinidamente. Prácticamente la totalidad llega a un nivel máximo, un pico de contagios nuevos, y luego empieza un proceso de decrecimiento.

Hay modelos matemáticos que tratan de anticipar ese proceso. Algunos de los más populares son los llamados SIR.

Este tipo de modelos identifican primeramente a la población susceptible, luego a la población infectada y portadora del virus, y también a quienes resultan inmunes por haberse recuperado de la infección y a los fallecidos. La interacción entre estos tres grupos determina la dinámica de la pandemia.

Para que ésta empiece a bajar, debe reducirse la proporción entre la población infectada y portadora del virus respecto a la población susceptible.

En el extremo, esto ocurriría cuando la suma de la población inmune y de quienes han fallecido, representen una proporción elevada de la población total.

Esto, obviamente, se consigue cuando exista una vacuna que genere una inmunidad generalizada.

En el caso de la población infectada y portadora, la manera de reducirla es a través de la reducción de la movilidad.

La reducción de la movilidad en el transporte público en México llegó a su nivel mínimo en los primeros días de mayo. De acuerdo con los reportes de Apple, desde esa fecha hasta los últimos días de julio, este índice de movilidad ya creció 140 por ciento en el promedio nacional y en 65 por ciento en la Ciudad de México.

Las mediciones que también hace Google indican un crecimiento de 36 por ciento en el promedio nacional y de 51 por ciento en la Ciudad de México en el mismo lapso.

Estas tendencias no permiten ser optimistas respecto a la dinámica de los contagios.

Si la mayor movilidad se realizara con un uso universal del cubrebocas y con respeto a la sana distancia, quizás el impacto en los contagios no fuera tan grande.

Pero la realidad es que en diversos puntos del país sigue habiendo una actitud laxa de un gran número de personas que hace probable que el incremento de la movilidad que traen consigo los procesos de reapertura, implique un crecimiento del número e incluso del ritmo de los contagios.

Se requiere una reapertura muy gradual, inteligente y con respaldo de medidas sanitarias estrictas y gran número de pruebas. Si no ocurre así, los contagios crecerán.

El modelo de Youyang Gu, que le hemos referido en diversas ocasiones, estima que el número real de nuevos contagios diarios en México sea, al arrancar agosto, del orden de 116 mil por día, con alrededor de 1.7 millones de casos activos, es decir, portadores sintomáticos o asintomáticos y 12 millones de infectados acumulados, que representan alrededor del 10 por ciento de la población.

Con base en los datos oficiales de fallecidos (hay otras estimaciones más elevadas) calcula que se llegará a poco más de 86 mil muertos en los primeros días de noviembre.

El modelo del IHME, de la Universidad de Washington, al que también me he referido en esta columna, estima alrededor de 96 mil fallecidos reconocidos oficialmente para la misma fecha.

No dejaré de insistir en que todavía es tiempo de diseñar nuevas políticas que permitan que el crecimiento de la movilidad vaya más despacio, que se asegure el uso universal del cubrebocas en espacios públicos, que se apoye a empresas y personas con recursos para tratar de mantenerlos en casa.

Nos faltan muchos meses para ‘domar’ la pandemia y se puede hacer con un menor costo económico y sufrimiento humano.

Pero, si no se toman decisiones correctas, nos faltará ver todavía muchas desgracias en los siguientes meses.

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