
Desde la cancha
Por Demetrio Sodi
López Obrador le heredó la Presidencia a Claudia Sheinbaum, pero no le heredó el liderazgo de Morena ni de la 4ª Transformación. La popularidad se la prestó, para darle tiempo a construir la suya. Claudia Sheinbaum ha ido perdiendo esa popularidad: no tiene el liderazgo, la autoridad y, sobre todo, la credibilidad que tenía López Obrador.
No creo que el gobierno de Claudia Sheinbaum se esté debilitando, pero la unidad y disciplina que había entre los liderazgos morenistas hacia López Obrador no existe con la actual presidenta. Lo que está debilitando a Claudia Sheinbaum no es su forma de gobernar, sino tratar de gobernar como lo hacía López Obrador. Lo que la está debilitando son los escándalos de corrupción y dispendio de varios liderazgos de Morena en la Cámara de Diputados, en el Senado y en el partido. Lo que la está debilitando son decisiones de la Corte, como la de revisar sentencias definitivas, promovida —en contra de lo que ella piensa— por una ministra que es militante de Morena.
López Obrador le dejó a Claudia Sheinbaum una herencia de problemas que se han agudizado en este primer año de gobierno. La gente ve el sexenio de Claudia Sheinbaum como una continuación del gobierno de López Obrador, y ella misma ha impulsado esa idea al presentarse solo como “el segundo piso de la 4ª Transformación”. La frase funcionaba para hacer campaña, no para gobernar.
El sexenio de López Obrador fue un sexenio perdido en términos de reducción de la delincuencia y la violencia, y los resultados obtenidos en estos meses no son suficientes en un país con más de 50 homicidios todos los días. La percepción de la gente es que hay mayor inseguridad y no valoran lo que se está haciendo. Algo similar ocurre con la corrupción: durante el sexenio anterior no hubo realmente un combate efectivo y, como la gente ve al gobierno de Claudia Sheinbaum solo como una continuación del de López Obrador, la percepción es que hay una gran corrupción en el actual gobierno. Algo similar sucede con las medicinas: López Obrador presumía que había abasto total, una mentira que hoy está afectando a Claudia Sheinbaum.
Probablemente, la peor herencia de López Obrador fue en la economía: durante todo el sexenio pasado, la economía mexicana creció menos de 1 % anual. Esta herencia es muy probable que se mantenga, al menos durante los primeros tres años del gobierno actual. López Obrador dejó una serie de reformas constitucionales pendientes a las que se comprometió Claudia Sheinbaum: la desaparición de los organismos autónomos, la reforma al Poder Judicial y la reforma a la Ley de Amparo, propuestas que han aumentado el miedo del sector privado para invertir.
Claudia Sheinbaum está atada de manos: no puede culpar de sus resultados al gobierno anterior, no puede hacer cambios en su gabinete que afecten a políticos cercanos a López Obrador y no puede establecer disciplina dentro de Morena, porque el liderazgo del partido no lo tiene ella.
La presidenta Claudia Sheinbaum tiene que pintar su raya: su gobierno no puede seguir siendo solo una continuación del de López Obrador. De no asumir plenamente el liderazgo del gobierno y del partido, su popularidad irá cayendo. Hacer una celebración sobre el 1º de diciembre de 2018 es, nuevamente, un homenaje a López Obrador. Claudia Sheinbaum tiene que entender que la gente quiere una presidenta, no una calca de López Obrador.



