Autor: Enrique Quintana
En los últimos días hubo una fiebre de nacionalismo. “¿Cómo va a ser posible que los estadounidenses –de una forma u otra– nos supervisen en materia laboral?”.
‘Nombre’, como diría el excandidato, somos cumplidores en serio de las normas laborales. Aquí nunca se viola ninguna disposición. ¡Vaya! Y en materia de democracia sindical, somos ejemplo a nivel mundial. Sí, cómo no.
Aquí nunca hay manipulación de los padrones. Si un líder sindical se queda 40 años en su puesto es porque las bases lo respaldan. Si tiene un cierto patrimonio, como departamentos de lujo o yates, es porque planeó muy bien sus finanzas.
Además, si dudan que haya honestidad y transparencia, en todo caso se trata de “nuestros” corruptos. No de los de ellos. Que no se metan con nosotros.
Buena parte de las reacciones que se presentaron en los últimos días a propósito de la legislación de implementación del nuevo tratado México-Estados Unidos-Canadá, tienen que ver con ese tipo de actitud.
Pero, tampoco hay que ser ingenuos. A los norteamericanos no les interesa per se la aplicación estricta de la ley laboral ni la democracia sindical. ¿Ya vio “El Irlandés”? Pues es un buen ejemplo de cómo son los sindicatos en EU.
Y las empresas son peores. Quieren democracia sindical en México solo porque suponen que eso les dará más oportunidades de competir a sus propias empresas de EU.
No es que filosóficamente quieran libertad de asociación en México. Eso, francamente, les vale.
Pero, reconociendo los resortes de las demandas que vienen del otro lado de la frontera, seríamos ingenuos si quisiéramos presumir del cumplimiento de las normas.
Ayer se determinó que el incremento del salario mínimo para 2020 fuera de 20 por ciento, lo que se suma al 16 por ciento del 2019.
¿Sabe cuando hubiera ocurrido ese incremento en los gobiernos anteriores? Adivinó. Nunca.
Tenemos una doble moral en materia laboral. Queremos autonomía, independencia, soberanía… para poder saltarse las normas o adaptarlas a nuestro gusto.
Hay toda una industria para ello. No finjamos ignorancia.
Y, ahora nos molesta que vaya a haber una vigilancia externa que nos cuestione.
Pero tampoco hay que chuparnos el dedo. Si a los estadounidenses les interesa meter las manos en México en temas laborales es porque buscan ponernos piedritas en el camino para competirles.
Al secretario general de la AFL-CIO, Richard Trumka, le vale un sorbete la democracia sindical en México. Lo que le interesa es ver cómo bloquea la competencia.
Quieren, él y algunas empresas, ver de qué manera inventan irregularidades laborales para buscar sanciones comerciales a México.
Y, saben que, con nuestra cultura, el terreno para eso es fértil.
Saben que todos estamos fingiendo un poco… o mucho.
Y como tiburones detectando sangre, reconocieron la necesidad que teníamos de cerrar este acuerdo ante la fuerte caída de las inversiones en este año, y se ensañaron abusando del margen de maniobra que tenían.
¿Y qué hacemos? Ni modo que repudiemos el nuevo tratado. Nos suicidaríamos.
A estas alturas, lo que conviene es explorar de qué manera le sacamos el mayor provecho.
Si seguimos concentrados en lapidar a los negociadores. O, mejor dicho, específicamente a Jesús Seade, vamos a quedar muy contentos con nuestro afán justiciero y nos van a meter goles comerciales.
Lástima que aquí lo que nos interese sea hacer naufragar a la 4T o, del otro lado, desacreditar a sus críticos. Mientras sigamos así, vamos camino al rancho del presidente.