Autor: Ricardo Raphael
Los mexicanos no éramos pesimistas, nos hicieron. Hoy pasa por ingenuo aquel que valore el futuro con esperanza. Sobre todo, entre las clases más poderosas, ser optimista en estos días es de tan mala educación como comer con la boca abierta o mantener los codos sobre la mesa.
Y, sin embargo, hay razones para rebelarse ante el estado de ánimo derrotista. Si bien resulta difícil hacer predicciones para el año que viene, un largo número de pistas permite predecir que la próxima década será alentadora.
En cualquier escenario nuestra principal fortaleza está colocada en los recursos humanos: para dentro de diez años seremos uno de los diez países con mayor población en el globo, y aún más interesante, la gran mayoría de los habitantes estarán en edad plena para trabajar y producir.
Amanecimos este año de 2020 alrededor de 127 millones de personas y la edad promedio en el país ronda los 28 años y ocho meses.
Para enero de 2030 cabe calcular que seremos 140 millones de habitantes y la media de edad andará en los 34 años y tres meses.
Son pocos los países que, para 2030, podrán presumir la combinación armoniosa de los dos factores: población abundante y numerosa fuerza laboral.
Naciones como Francia, Inglaterra o Japón, que hoy son potencia mundial, contarán dentro de un decenio con poblaciones de talla grande, pero una buena parte de sus habitantes habrán, para entonces, optado por el retiro.
Medido sólo por el tamaño de su población, México ocupa en el 2020 el lugar 11 entre todos los países del orbe; atendiendo a esta misma variable, para el 2030 estaremos ubicados entre el octavo y noveno lugar.
La profecía coincide con proyecciones que existen a propósito de la riqueza producida por la economía mexicana: medido por nuestro PIB, hoy también ocupamos el lugar 11, pero, dentro de un decenio, estaremos ubicados entre los nueve países más poderosos del globo.
Se espera que el producto interno de México en el 2020 oscile en los 2.5 billones de dólares, pero para 2030 cabría razonablemente suponer que rebasaremos la frontera de los 4 billones.
Esta cifra contrasta con el promedio de riqueza exhibida en 2030 por los países que hoy se hallan asociados en la OCDE: 2.4 billones de dólares anuales. La cifra que hoy es nuestro piso en 2030 será el techo para la mayoría.
Las señales que nos vienen del futuro ratifican que la principal locomotora de nuestro crecimiento seguirá siendo la planta exportadora.
El año que apenas viene de terminar concluyó con una cifra record: 500 mil millones de dólares de ingresos por exportaciones.
Los analistas más entusiastas aseguran que la tasa de crecimiento en las exportaciones mexicanas será de un 10% anual, esto querría decir que, de mantener el ritmo, dentro de diez años nuestros ingresos por exportaciones superarían el techo del billón 770 mil millones de dólares anuales.
Es decir que en una sola década lograríamos triplicar (y más), los ingresos derivados del sector exportador.
Hoy México es un gran exportador de plata, petróleo, cerveza y vehículos ligeros, pero otros productos, que no dependen de la maquila barata sino del valor agregado, se están sumando a la lista de exportaciones exitosas: computadoras, circuitos electrónicos, autopartes, dispositivos inteligentes, refrigeradores y pantallas planas, entre otros.
Cada año se abona mayor talento mexicano a la industria manufacturera de exportación, que es nuestra principal ventaja competitiva. (La ratificación reciente del T-MEC refuerza la certidumbre en las tendencias mencionadas).
Los asentamientos humanos del país se verán afectados por las mismas variables: actualmente un cuarto de la población nacional reside en el Valle de México y al menos la mitad de los habitantes se encuentran en los márgenes definidos por el norte y el sur de los estados de Jalisco y Veracruz.
Sin embargo, durante el próximo decenio experimentaremos, muy factiblemente, una migración importante hacia las regiones mexicanas conectadas con los mercados globales: por ejemplo, el corredor León-Silao tenderá a expandirse de manera notable, lo mismo que ciudades medias como Querétaro, Aguascalientes o San Luis Potosí.
También cabe profetizar el agrandamiento de Tijuana, Ciudad Juárez, Reynosa, Matamoros y Saltillo.
Sea por el desarrollo de la agroindustria o por el crecimiento que tiene prometido el sector turístico, la península de Yucatán no se quedará atrás: Mérida y Benito Juárez (Cancún) verán igualmente transcurrir tiempos extraordinarios en la próxima década.
ZOOM
Que México ascienda en los peldaños de las naciones económicamente más poderosas no quiere decir que el conjunto de la población mexicana vaya a beneficiarse de los buenos augurios. Si el país no aprende a repartir mejor sus ganancias en productividad y en ingreso, el futuro no será lo que promete. Pero este otro tema lo dejo aquí para abordarlo la próxima semana.
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