Autor: Pablo Hiriart
Llevamos meses con el cuento del avión presidencial, lo que ha servido de propaganda al gobierno para presumir rechazo a los lujos y preocupación por la falta de medicinas y equipo que hay en los hospitales públicos.
Detrás de esa pantomima se ocultan los graves problemas del país.
Se invitó a una cena en Palacio Nacional, esta noche, a un centenar de empresarios para que compren y promuevan la venta de cuatro millones de boletos de la rifa de un avión que no se va a rifar, y lo que se obtenga se destinará a comprar dos mil millones de pesos en medicinas y material para hospitales.
La pregunta es ¿qué hacen los empresarios de comparsa en un show que le perjudica al país y a ellos en particular?
Si faltan medicinas y equipo médico, ¿por qué no lo compran de inmediato con los dos mil millones de pesos que el lunes entregó el Fiscal Gertz al Presidente López Obrador, en lugar de usar ese dinero en una rifa y gastarlo hasta septiembre, cuando se realice el sorteo?
No lo hacen porque no se trata de atender necesidades, sino de hacer propaganda.
Una tristeza que la propaganda se haga a costa de la salud de la gente.
Si hay urgencia de medicinas y equipo en los hospitales públicos, ¿por qué les recortaron el presupuesto a los hospitales de especialidades?
¿Por qué los padres de niños con cáncer y leucemia deben andar mendigando ayuda del gobierno, que tiene el dinero y la obligación de atenderlos?
¿Por qué los subejercicios en el sector Salud en 2019?
Nada importa, vengan los empresarios a Palacio, compren cuatro millones de boletos de una rifa que recaudará tres mil millones de pesos, y deberá pagar dos mil millones en premios y quedarían mil millones para medicinas.
Los otros datos del Presidente lo hacen pensar que va a poder usar de ahí dos mil 500 millones de pesos en medicamentos y equipo. Y de algún lado saldrán los mil 700 millones de pesos que se deben a Banobras del avión que “se va a rifar”.
No cuadra, pero tampoco importa. ¿Otro tamal de chipilín, ingeniero? ¿Más agua de chía, Mariasun? Y no dejen de probar, señores empresarios, este delicioso atole de chocolate traído desde Comalcalco. Con el dedo, si me hace usted el favor.
Detrás de ese show está la crisis.
En lugar de jugar a la Lotería con dos mil millones de pesos que ya se tienen, habría que invertir en seguridad. En redes está el video que subieron los integrantes de un cártel en que interrogan a miembros de otro cartel, luego los arrodillan y fusilan con una lluvia de balas. En esas manos está buena parte de la población.
Guanajuato, corazón manufacturero del centro del país, se desangra por la lucha entre dos cárteles, que lo mismo secuestran, matan, roban gasolina y siembran el terror donde debería haber orden.
Fuerzas federales detuvieron en ese Estado a cinco capos del cartel local, incluida la esposa del jefe de la mafia, que se ha hecho invisible e intocable para las autoridades. A los pocos días (5 de febrero), un juez federal los soltó por “errores” del Ministerio Público.
Culiacán, luego de la liberación del hijo del Chapo, los capos cerraron la catedral para una boda a todo lujo que siguió en un salón de fiestas con la anuencia de la autoridad municipal y el silencio de la Federación.
Tuvimos el año más violento de la historia contemporánea, con más feminicidios, asesinatos, secuestros, robos, extorsiones…
¿Necesitan seguridad los empresarios? Mejor hablemos de temas agradables. ¿Otro atolito, mi buen Toño?
El año pasado la economía tuvo un comportamiento bajo cero y la producción industrial (petróleo, minería, construcción, manufacturas) fue la peor desde la crisis global de hace una década, por falta de confianza en el rumbo del país para invertir y el cierre de áreas a la IP, como la energía.
No se las abren, a pesar de que con esa decisión se pierde dinero, empleos, desarrollo.
Y para “restaurar la confianza” en el gobierno, desde Palacio se lanza una ofensiva contra el INE, institución clave en la certeza electoral del país.
Vengan a la mesa. Gracias por comprar cachitos de “la rifa del avión”.
Así me gusta Don Carlos, saboree este pejelagarto con chile amashito, mucho más refinado que su trilladísima arrachera al carbón. Tenga su boleto.