Diego Petersen remataba ayer un muy pertinente artículo diciendo que “alguien tiene que detener la parálisis del gobierno”.
Se han perdido días cruciales para establecer políticas de comunicación y procedimientos homologados en el país con respecto a retos sanitarios y económicos. No hay liderazgo en medio de una crisis que se anticipa mayúscula y dolorosa en varios sentidos.
El gobierno de la República decidió semanas atrás que sólo tendría un vocero en el tema del coronavirus, pero ello no se tradujo en una política clara al respecto y menos incluyente.
Ese es el error de la administración en el tema del Covid-19: a pesar de que otros países nos han mostrado con anticipación lo que podríamos padecer, en el gobierno de López Obrador vieron esto como un asunto ordinario, que no implicaba cambios o ajuste al modelo marginador y sectario de esta administración. En suma, creyeron que podían hacer política con ese asunto, no entendieron que debieron hacer Estado.
Y uno de los artífices de tal estrategia –que no sumó a gobernadores o líderes de otros campos– es Hugo López-Gatell.
Tenemos a un vocero de la crisis sanitaria que quemó sus credenciales académicas en el incienso que ha prendido para endiosar a su jefe. Pero algo estaba mal, incluso antes del embeleso discursivo de López-Gatell con AMLO.
En múltiples ocasiones, el subsecretario de Salud se ha extralimitado, tomando atribuciones que no le corresponden, como cuidar (es un decir, dados los resultados) a la economía nacional.
Que todos sepamos, la secretaria de Economía se llama Graciela Márquez, y el de Hacienda, Arturo Herrera. Recuerdo tal obviedad porque si se revisan las mañaneras de López-Gatell, veremos que él se cree llamado o en funciones de velar por la economía nacional, para lo cual no tiene atribuciones.
Un médico sí te puede decir que el tratamiento que te propone puede resultar catastrófico para tu economía personal, pero antes que nada te debe decir, le gusten o no los inconvenientes, cuál es la mejor terapia para tu mal.
López-Gatell lleva semanas señalando que él propone una terapia que tome en cuenta el bienestar de la economía. ¿Es buena idea poner eso en manos de este médico e investigador? Sabe. Pero si viera su nombramiento recordaría que eso no le toca, y la prevención de los males en la salud pública sí.
Por ejemplo, el 9 marzo dijo que “si se detuviera la actividad social y económica de una ciudad por mucho tiempo, lo que ocurriría es que empezaríamos a sufrir los efectos negativos de haber paralizado la actividad social y económica, y nos quedaríamos sin alimento, nos quedaríamos… los niños perderían la educación, los hospitales tendrían dificultades para operar sólo con el personal de emergencias, no se fabricarían los insumos para la salud, la ropa, los distintos materiales que usamos todos los días en nuestra vida diaria, no se podría recolectar la basura, imagínense ustedes los efectos no deseados que tiene una intervención de salud pública”.
Lo que dice López-Gatell es muy factible, pero lo mejor hubiera sido que a su lado un subsecretario de Hacienda o de Economía explicara que se decidió por esta o aquella estrategia, dados los efectos económicos de lo que la ciencia médica proponía. Tocaba a ellos, a Hacienda o Economía, decir que a partir de lo que Salud propuso, el gobierno dispuso.
Tu médico te debe decir lo que implica tu mal, pero tú, y no el doctor, decides con tu familia si pueden o no con el paquete, así hipotequen la casa o vendan el coche.
Porque sin nombramiento ni facultades legales, López-Gatell insistió el 16 marzo que “como hemos dicho, nuestra preocupación principal es que, en términos económicos, en términos sociales, quienes tienen mayor vulnerabilidad son las personas pobres, las personas que no tienen acceso a distintas riquezas y que viven en el día a día de su salario, de sus pequeñas actividades comerciales y esas son las personas que hay que tener siempre muy en mente, que no se afecten por distintas intervenciones de salud pública o de cualquiera otra naturaleza”.
Qué bueno tener un médico consciente de que las decisiones epidemiológicas conllevan efectos no deseados. Sin embargo, al asumir ese papel de defensor de la economía, López-Gatell se ha prestado para que el Presidente use sus diagnósticos como receta incuestionable, más que en el campo de la salud pública a la hora de no ejecutar respuestas sociales e institucionales para la crisis, que ya también es económica, por cierto.
De esa forma, el subsecretario de Salud ha contribuido a la parálisis de la que hablaba Petersen ayer. La palabra de este doctor paraliza al Presidente. Ojalá tenga el diagnóstico correcto. De lo contrario, el paciente, o sea México, lo resentirá por largo tiempo.