Después de conocer la estrategia del presidente López Obrador para combatir al coronavirus a través de estampitas, lo único que queda es que “Dios nos agarre confesados”.
Dicen que el tamaño de un dirigente se mide en la forma en que reacciona ante una crisis. Saber navegar en aguas tranquilas es fácil, hacerlo en medio de una tormenta requiere de un capitán capaz, valiente y con gran experiencia.
Este no es el caso de López Obrador, desde hace meses ha demostrado su falta de capacidad para enfrentar los problemas.
Su respuesta a estos problemas ha sido negarlos, decir que vamos bien y que él tiene otros datos.
Durante el tiempo que lleva como Presidente ha ido perdiendo poco a poco la confianza de la gente y se ha hecho cada día más evidente su falta de capacidad para gobernar el país. Su reacción ante la pandemia del coronavirus ha dejado más claro que nunca que no tiene el liderazgo y la capacidad para enfrentar una crisis como la que estamos a punto de vivir.
Su actuación en las últimas semanas ha sido errática, o no entiende o no se da cuenta de la magnitud del problema que se nos viene. Es el único mandatario en el mundo que no ha propuesto nada para evitar un pandemia y mitigar los efectos económicos que tendrá.
Da coraje y sobre todo preocupación ver a los mandatarios de otros países tomar medidas para proteger a la gente y la economía, así como llamar a la unidad nacional, mientras López Obrador sigue en giras, desoyendo las recomendaciones, poniendo en riesgo la salud de la gente más pobre y con un discurso que divide al país.
Los que lo conocemos desde hace varios años sabíamos de su falta de preparación, pero no teníamos conciencia de su falta de madurez para hacer un gobierno incluyente para todos.
Ante los malos resultados, el riesgo de que se radicalice y polarice más al país es cada día más grande.
La crisis económica ya estaba presente y se hará aún más profunda con la pandemia y la caída del precio del petróleo y por la falta de acciones de apoyo por parte del gobierno.
El Presidente es un hombre muy básico, cree que todo se resuelve eliminando la corrupción y repartiendo dinero a los pobres y no se da cuenta que si no apoya a la estructura productiva del país, la quiebra de empresas y la pérdida de empleos hará más profunda y duradera la caída de la economía.
Es evidente que el Presidente no está a la altura y es incapaz de tomar las medidas que se requieren para que el país supere esta crisis. No tiene la capacidad ni la humildad para darse cuenta que está equivocado y rectificar y convocar a la unidad nacional.
La situación es crítica, apenas lleva 15 meses de gobierno y está llevando al país a la peor crisis económica y política de los últimos años.
Si fuera un hombre inteligente y sensible estaría buscando un gran acuerdo nacional para enfrentarla crisis, desgraciadamente no tiene la madurez política para eso.
No podemos quedarnos con los brazos cruzados y ver cómo el país se nos viene abajo, ante la cerrazón y soberbia del Presidente, la única alternativa es enfrentarnos a él y unirnos para obligarlo a corregir el rumbo.