Emilio Zebadúa y su “clan de falsificadores”

Investigaciones llevadas a cabo por el periodista Arturo Ángel para el colectivo Tojil (Corruptómetro) y publicadas por Tojil y la revista digital Emeequis, han expuesto una vasta red de corrupción dirigida por Emilio Zebadúa, ex Oficial Mayor de Sedesol y Sedatu. Esta estructura estuvo dedicada a la falsificación de convenios, firmas de funcionarios y creación de “entregables” para desviar fondos públicos, implicando a un “clan” de colaboradores cercanos a Zebadúa.

La estructura y operación del Clan

Emilio Zebadúa González, identificado como el cabecilla de este grupo delictivo, fue el principal beneficiario de los recursos públicos sustraídos en el esquema de lo que se ha llamado “La Estafa Maestra”. Bajo su liderazgo, se estableció una red compleja y bien organizada para la ejecución de los fraudes. Enrique Prado Ordoñez, ex Director de Administración y Recursos Materiales en Sedesol y Sedatu, fue una pieza clave, manejando directamente las instrucciones de Zebadúa, así como los porcentajes, montos y convenios a falsificar.

Humberto Valverde Prado y Claudia Morones Sánchez desempeñaron roles cruciales en la operativa diaria de la red. Valverde, coordinador de asesores, y Morones, directora de área, se encargaban de la elaboración de convenios falsificados y de la coordinación con universidades y empresas implicadas. Francisco Javier Báez Álvarez garantizaba y autorizaba los pagos irregulares, mientras que Roberto Gómez Morales actuaba como prestanombres y operador financiero.

Sonia Angélica Zaragoza y Juan Francisco Martínez Lavín facilitaban la logística de los documentos falsificados y aseguraban que las auditorías no descubrieran las irregularidades. José Alejandro Hinojosa Valencia y los apoderados legales Mauro Rosas y Rosalba Camacho trabajaban para blindar a Zebadúa de acciones legales, desviando las responsabilidades hacia otros miembros fuera del grupo central.

Operaciones y repercusiones de la red

Los domicilios utilizados para las operaciones ilícitas fueron clave para el funcionamiento de esta red. En propiedades localizadas en las colonias Polanco y Verónica Anzures, y en la colonia San Ángel, se fabricaban los “entregables” y se organizaban reuniones para alcanzar acuerdos. Estos lugares servían como centros neurálgicos desde donde se coordinaba toda la actividad delictiva.

En las declaraciones ante la FGR también se informó de los domicilios en los cuales se fabricaban los entregables bajo la supervisión de Claudia Morones, o se realizaban reuniones para alcanzar acuerdos:

  • Bahía de la Magdalena 125 y 146, colonia Verónica Anzurez, CP 11300, alcaldía Miguel Hidalgo
  • Tenysson 77 colonia Polanco 4ta Sección, CP 11550, alcaldía Miguel Hidalgo.
  • Tenysson 125 colonia Polanco 4ta Sección, CP 11550, alcaldía Miguel Hidalgo.
  • Horacio 1840, 4to piso, colonia Polanco 2da sección, CP 11550, alcaldía Miguel Hidalgo.
  • Insurgentes Sur 2117-4, colonia san Ángel, CP 04500, alcaldía Álvaro Obregón.

La magnitud y el alcance de la operación de Zebadúa han tenido un impacto profundo en la integridad de las instituciones involucradas. Las actividades delictivas no solo implicaron un robo considerable de fondos públicos, sino que también erosionaron la confianza en los sistemas de gobernanza y gestión de recursos del Estado. El caso pone de relieve la necesidad urgente de reformas profundas en los mecanismos de control y auditoría gubernamentales.

A medida que la investigación continúa desarrollándose, los detalles que emergen dibujan un panorama cada vez más complejo y alarmante de corrupción institucionalizada. Las consecuencias de estas revelaciones son vastas, afectando no solo a los involucrados directamente, sino también a la percepción pública sobre la corrupción y la administración de justicia en México. Es imperativo que se tomen acciones concretas para asegurar que los responsables rindan cuentas y que se restablezca la integridad de las instituciones públicas.

Este profundo caso de corrupción subraya la importancia de la vigilancia y la transparencia en la administración pública, recordándonos la continua lucha contra la corrupción en México y la importancia crítica de sostener y fortalecer los sistemas de rendición de cuentas en el país.

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