La paradoja de los ideales: Del activismo a la militarización
México ha experimentado un cambio político notable que ha dejado perpleja a una generación de activistas. Aquellos que en su momento culparon a los militares por una matanza histórica ahora ocupan cargos en un gobierno que ha fortalecido su relación con las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, la creación de la Guardia Nacional, inicialmente concebida como una entidad civil, ha adoptado una estructura militarizada en la práctica, así como obras, puertos aeropuestos y más.
El contraste entre el activismo de antaño y el escenario político actual es evidente. Quienes exigían “la imaginación… al poder” ahora se refugian en el Ejército y la Marina. En el pasado, las protestas, como las recordadas marchas del 2 de octubre de 1968 bajo el lema “no se olvida”, tenían como objetivo principal buscar justicia y democracia en México. Sin embargo, hoy en día, parece que los ideales se han desvanecido y los otrora activistas y sus herederos se enfrentan a una amnesia selectiva, a partir de los altos puestos que ocupan en la actual administración.
El actual gobierno liderado por Andrés Manuel López Obrador ha sido criticado por su falta de transparencia en casos como el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, una tragedia que conmovió al país. La falta de claridad en la investigación ha llevado a la pregunta inevitable: ¿se están sacrificando los principios en aras de no perturbar a las instituciones militares?
La Guardia Nacional, creada para abordar temas de inseguridad y violencia, ha sido el epicentro de controversia. A pesar de su supuesta naturaleza civil, ha adoptado una estructura militarizada en la práctica. Esto ha suscitado preocupaciones sobre su actuación en asuntos de seguridad pública y su respeto por los derechos humanos.
Para entender mejor esta transformación política, es necesario cuestionar a figuras emblemáticas del activismo, como Pablo Gómez, líder estudiantil del movimiento de 1968. Hoy en día, Gómez desempeña un papel preponderante en el gobierno aliado con un Ejército que alguna vez combatió como activista. La pregunta que surge es si el gobierno actual, caracterizado por su autoritarismo y su relación cercana con el ámbito militar, coincide con la visión de cambio que Gómez y otros activistas tenían en mente.
Pablo Gómez encabeza hoy la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, dependendencia desde la cual se lanzó desde el principio de la administración una persecución política contra los adversarios de la denominada 4T.
Este cambio en la política mexicana plantea preguntas fundamentales sobre el equilibrio entre la lucha activista y el ejercicio del poder. Además, suscita preocupaciones sobre la preservación de los valores democráticos en un contexto en el que las instituciones militares tienen un papel influyente en la toma de decisiones. La paradoja de quienes pasaron de condenar a los militares a aliarse con ellos sigue siendo un tema de debate en México, reflejando la complejidad de la política y la historia del país.
¿Por qué “no se olvida” el 2 de octubre?
El 2 de octubre de 1968 es una fecha que se encuentra grabada en la memoria colectiva de México como un día de tragedia y resistencia. La matanza de Tlatelolco, también conocida como la Masacre de Tlatelolco, es un capítulo oscuro en la historia del país que se conmemora cada año. Pero, ¿por qué no se olvida y cuál fue la participación del Ejército en este evento que dejó una profunda huella en la sociedad mexicana?
El contexto político de 1968
Para entender por qué el 2 de octubre de 1968 es una fecha tan significativa, es esencial situarnos en el contexto político de la época. México vivía un período de agitación social y política, con una creciente oposición al régimen autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernaba el país desde hacía décadas.
El movimiento estudiantil de 1968 fue uno de los episodios más destacados de esta disidencia. Los estudiantes demandaban una mayor democracia, libertades civiles y derechos humanos, así como el cese de la represión estatal. Las manifestaciones y protestas estudiantiles se multiplicaron en todo el país.
La Matanza de Tlatelolco
La matanza de Tlatelolco tuvo lugar el 2 de octubre de 1968, diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de México. Miles de estudiantes se habían congregado en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, para protestar de manera pacífica. Sin embargo, lo que ocurrió esa noche fue una brutal represión por parte de las fuerzas de seguridad.
El Ejército Mexicano, bajo el mando del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, rodeó la plaza y abrió fuego contra la multitud de manifestantes. El saldo fue devastador: se estima que murieron cientos de personas, aunque el número exacto sigue siendo controvertido, y miles resultaron heridas o detenidas.
La memoria imborrable
El 2 de octubre de 1968 marcó un punto de quiebre en la historia de México. La represión violenta del movimiento estudiantil dejó una profunda cicatriz en la sociedad mexicana y un sentimiento de impunidad que perduró durante décadas. Las demandas de justicia y esclarecimiento de los hechos se convirtieron en una lucha constante.
A lo largo de los años, se han realizado investigaciones y se ha avanzado en la búsqueda de la verdad detrás de lo ocurrido en Tlatelolco. Sin embargo, la impunidad persiste en gran medida, y el 2 de octubre se ha convertido en un símbolo de la lucha por la justicia, la verdad y la memoria.
La participación del ejército
La participación del Ejército Mexicano en la matanza de Tlatelolco es un tema controvertido que ha sido objeto de debate y revisión. Si bien el Ejército estaba presente en el lugar, la versión oficial sostenía que su intervención se limitaba a mantener el orden público y evitar disturbios.
Sin embargo, testimonios y evidencias posteriores sugieren que la acción del Ejército fue mucho más activa de lo que se admitió inicialmente. Se ha documentado que militares abrieron fuego contra la multitud y que hubo un uso desproporcionado de la fuerza.
El legado de Tlatelolco
El 2 de octubre de 1968 no solo dejó un saldo trágico de vidas perdidas, sino que también dejó un legado de lucha por la justicia y la democracia en México. La fecha se ha convertido en un recordatorio constante de la importancia de proteger los derechos humanos y evitar la represión estatal.
A pesar de los años transcurridos, el 2 de octubre sigue siendo una fecha de protestas y conmemoraciones en México. No se olvida porque representa la resistencia de un pueblo que busca justicia y transparencia, y porque la participación del Ejército en este evento sigue siendo un tema que requiere respuestas claras y honestas.
La memoria de Tlatelolco persiste como un llamado a la verdad, la justicia y la rendición de cuentas, recordándonos que la historia nunca debe olvidarse y que los derechos humanos deben protegerse en todo momento. El 2 de octubre de 1968 es un recordatorio de la importancia de mantener viva la memoria colectiva para evitar que los errores del pasado se repitan en el futuro… o en el presente inmediato.