
En política, el silencio también habla. Desde que la presidenta Claudia Sheinbaum anunció en agosto la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, el discurso oficial ha girado en torno a la apertura, la transparencia y la participación de todas las fuerzas políticas. Sin embargo, los hechos narran otra historia: los partidos de oposición —PAN, PRI y Movimiento Ciudadano— brillan por su ausencia en los foros públicos, y su voz, cuando suena, lo hace desde fuera del recinto.
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Reforma Electoral 2025: falta de pluralismo democrático
Los foros, que iniciaron en septiembre y ya superan las 10,800 visitas en el portal oficial reformaelectoral.gob.mx, buscan —según el gobierno— “construir una reforma incluyente que fortalezca la democracia y evite fraudes electorales históricos”. Pero detrás del mensaje conciliador, la mesa parece servida solo para los comensales afines al poder. La Comisión, encabezada por Pablo Gómez Álvarez, carece de representación opositora y concentra su agenda en temas como la fiscalización y la eliminación de diputaciones plurinominales, banderas históricas del oficialismo. Mientras tanto, los partidos opositores denuncian que no fueron invitados formalmente o que las condiciones del diálogo son unilaterales.
PAN, PRI y Movimiento Ciudadano: la oposición frente a la reforma electoral
El Partido Acción Nacional (PAN) ha sido el más contundente en su rechazo. Su dirigente Jorge Romero Herrera lo resumió en una frase:
“Morena quiere cambiar las reglas del juego para beneficiarse”.
El blanquiazul propone una segunda vuelta presidencial, voto electrónico y sanciones más severas por crimen organizado, pero insiste en que no lo hará bajo una comisión “sin pluralidad ni contrapesos”.
El PRI, por su parte, mantiene una postura ambigua: rechazo nacional, disidencias locales. Mientras líderes estatales como Guillermo Valencia en Michoacán denuncian “una simulación hecha a la medida”, en municipios como Cancún, regidores priistas han alzado la voz dentro de los foros, señalando que la reforma “pone en riesgo la pluralidad”.
Movimiento Ciudadano (MC), fiel a su estilo, prefiere el silencio estratégico. Su dirigente Dante Delgado negó haber recibido invitaciones formales, pero tampoco ha mostrado interés en asistir. En redes, MC ha insistido en una narrativa paralela: elecciones primarias abiertas, gobiernos de coalición y fortalecimiento de los organismos locales, todo fuera del marco de la Comisión.
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Foros de la reforma electoral: ¿participación ciudadana o simulación política?
El discurso presidencial sostiene que “todos están invitados” y que el proceso es “abierto y transparente”. Pero los foros han transcurrido sin debate entre posturas reales. El oficialismo ocupa el escenario y la oposición, en el mejor de los casos, comenta desde la butaca. El resultado es un ejercicio que corre el riesgo de volverse una ceremonia de legitimación, donde el diálogo se confunde con monólogo. La narrativa de inclusión se convierte en un argumento vacío cuando no hay voces que incomoden, cuestionen o contrasten.
Para el oficialismo, la ausencia opositora confirma su cerrazón; para la oposición, asistir sería convalidar una farsa. Entre ambas trincheras, la ciudadanía observa un proceso que debería unir al país, pero que profundiza la polarización.
Estrategia de la oposición ante reforma electoral: ¿boicot táctico o riesgo político?
En agosto, el PAN formalizó un “extrañamiento” en la Comisión Permanente del Congreso, denunciando la creación de un órgano presidencial “sin sustento legal ni equilibrio político”. El documento, firmado también por líderes priistas y emecistas, exige una comisión legislativa plural, como las que gestaron las grandes reformas electorales de 1977 y 1996. Sin embargo, el contexto de 2025 es radicalmente distinto: Morena controla casi el 70% del Congreso. La correlación de fuerzas convierte cualquier “diálogo” en trámite. Algunos analistas sostienen que el boicot opositor es táctico: no legitimar un proceso que consideran viciado. Otros advierten que la estrategia puede salirles cara. “El vacío que dejan las oposiciones lo llenan los monólogos”, comenta un exconsejero del INE. “Si no están en la mesa, no hay quien defienda la pluralidad”.
Reforma electoral, ¿un riesgo para la democracia mexicana?
El verdadero debate no está solo en las formas, sino en el fondo: ¿quién definirá las reglas del juego electoral rumbo a 2026? Con Morena y sus aliados al mando, la tentación de reducir la representación proporcional o recortar el presupuesto del INE (unos 30 mil millones de pesos anuales) podría concretarse sin contrapeso efectivo. La confianza ciudadana en las elecciones ronda apenas el 45%, según datos del propio INE. Si la reforma nace bajo sospecha, la legitimidad del sistema entero podría resentirse.
La historia enseña que las reformas duraderas se construyen con consenso, no con imposiciones. Las de 1977 y 1996 nacieron del acuerdo político; la de 2026, hasta ahora, parece gestarse desde un solo lado del espectro. Y así, mientras la presidenta Sheinbaum promete inclusión y los partidos opositores se atrincheran en el boicot, el país asiste a un déjà vu: la democracia mexicana repitiendo su ciclo de monólogos y exclusiones.
En el fondo, la pregunta sigue sin respuesta: ¿los foros son un espacio para debatir el futuro electoral de México o el escenario donde se ensaya una decisión ya tomada?
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