En nuestro país solo el 56% de las mujeres en edad de trabajar están inscritas en el mercado laboral; es el máximo récord en una década.
En el reporte Cerrando brechas de género en el mundo del trabajo: Centroamérica, México, Panamá y República Dominicana del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se determina que la perpetuación de los roles de género y la discriminación en razón de género mantiene el rezago de participación de la mujeres en el mercado laboral, por una parte, y por otra, salarios inferiores a los hombres.
Esta región se caracteriza por tener las mayores brechas de género, superando el promedio en América Latina y el Caribe. Nuestro país ocupa el cuarto lugar de las tasas más elevadas de la zona junto a Guatemala con el 95% de las trabajadoras ocupadas en sectores de baja productividad además de no están afiliadas a ningún sistema de pensiones.
El primer sitio lo ocupa Nicaragua con 99%, secunda República Dominicana con 97% y Honduras en tercero con 98%.
México pasó de tener una tasa del 38% de participación laboral de las mujeres a 56% en una década, la pandemia trajo consigo una grave crisis económica que ha repercutido aún más las proyecciones para reducir dicha brecha, el riesgo es que los pocos avances se reviertan ya que los empleos perdidos eran ocupados principalmente por mujeres. Además, de ser tareas más susceptibles a la automatización y digitalización.
En cuanto a trabajo remunerado, la tasa para Latinoamérica y el Caribe es de 67% y la de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se ubica en 74%, mientras que para Mecapard es de 62%.
Uno de los obstáculos que limitan a las mujeres es el trabajo de cuidados que son, casi en la totalidad de los casos, no remunerados. En un análisis por edades, de las mujeres de 15 a 24 años, 34% tiene empleo mientras que en los hombres, el 62% están ocupados. Aunque se esperaría que la participación laboral debería ser más pareja en medida que hombres y mujeres dedican en promedio el mismo tiempo a su educación, los índices marcan que no es así.
Otro factor es que los jóvenes que dejan de estudiar lo hacen para laborar y generar ingresos; en tanto que las jóvenes lo hacen “para dedicarse al trabajo doméstico, al matrimonio o por embarazos”. Por lo tanto, el 80% de las personas de menos de 29 años que no estudian y no tienen empleo son mujeres.
En el segmento de 24 y 54 años, existen más mujeres laborando, aunque no en la misma proporción que los hombres. Aquí se define la conformación de una familia por lo que el tiempo para el trabajo remunerado compite con el trabajo doméstico no remunerado. En una pareja heterosexual es más probable que el hombre siga trabajando y la mujer no. El porcentaje en este sentido es de el 54.5% de las mujeres con pareja tiene empleo contra 76% de las solteras.
De 55 a 64 años, las mujeres van dejando de trabajar “y la brecha de género se amplía nuevamente” a 40%. En este periodo, además de que siguen encargándose de las tareas del hogar, sus “oportunidades de inserción laboral se reducen”.
Las mujeres con menos escolaridad participan menos en el mundo del trabajo pagado, sin embargo, para quienes tienen un alto nivel educativo “tampoco se han registrado cambios relevantes”. Quienes tienen un nivel educativo intermedio tienen más oportunidades de ser contratadas.
Aquellas con menor nivel educativo laboran más en el comercio y los servicios a los hogares, rubros que suelen desarrollarse en la informalidad y son susceptibles ante una crisis, como lo demostró la pandemia. Quienes tienen un nivel medio superior o superior de educación encuentran trabajo principalmente en sectores de servicios calificados o de atención, como educación, salud y administración pública.
Las que se han profesionalizado y tienen estudios de posgrado se enfrentan con el techo de cristal. Prueba de ello, es que solo un tercio de los puestos gerenciales o ejecutivos son ocupados por mujeres.
De toda la región Mecapard, México es el país donde hay menos personas trabajando en empresas dirigidas por mujeres (2.5%). Belice, por otra parte, es el país con el mayor porcentaje de población ocupada en compañías dirigidas por mujeres (21%).
Para revertir esta tendencia el BID recomienda “reorientar el gasto público hacia la educación en las zonas de mayor rezago socioeconómico” así como “ampliar y mejorar los programas de transferencias monetarias condicionadas con el fin de aliviar las restricciones económicas de las familias e incentivar la inversión en el capital humano de los hijos”.
Lo más importante, que los programas que decida implementar el gobierno deben articularse con enfoque de género.
“Introducir programas y medidas que promuevan una mayor participación de las mujeres en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas desde edades tempranas”.
Con información de El Economista.
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