La educación de los hijos ha sido un tema de constante análisis y evolución a lo largo de los años. La psicóloga clínica Angélica Joya, en su obra “Educar sin desesperar”, desafía la tradicional noción de crianza basada en el control y la imposición a través de gritos, chantajes y amenazas, proponiendo una forma alternativa de criar a los hijos.
En una entrevista con el diario El País, la autora plantea la cuestión clave: ¿es posible educar a nuestros hijos sin recurrir a la violencia verbal y emocional? Su respuesta es afirmativa y alentadora. Joya explica que aunque la crianza sin estas prácticas puede ser un desafío, es factible si estamos dispuestos a aprender y reaprender nuestra forma de abordar la paternidad y la maternidad.
La psicóloga subraya la importancia de reconocer que la mayoría de nosotros aprende a ser padres cuando aún somos jóvenes, a menudo inconscientes de que estamos adquiriendo estas habilidades vitales en un momento de nuestras vidas en el que también estamos siendo criados. Esta dinámica puede generar un ciclo de comportamientos basados en el control y la imposición, que Joya propone romper.
Uno de los puntos cruciales que la autora plantea es la necesidad de reconfigurar nuestra concepción de autoridad. Joya ilustra cómo muchos anhelan el control desde jóvenes, pero al crecer, a menudo se sienten despojados de este poder, ya sea por sus parejas o hijos. Esta pérdida percibida de control puede generar dolor y la sensación de un duelo no resuelto.
“Cuando yo era pequeña y estaba viendo la tele, en cuanto mi padre llegaba a casa el mando pasaba a ser suyo. Muchos crecimos anhelando ser mayores para tener el control del mando de la tele. Sin embargo, nos hicimos mayores y nuestras parejas o nuestros hijos nos robaron el mando. Nunca nos tocó a nosotros. Es normal que, a veces, tengamos ese dolor ahí, ese duelo del control, esa tendencia a querer controlar cómo son las cosas en casa, cómo son nuestros hijos”, señaló la experta.
No obstante, la psicóloga nos insta a superar este duelo y evolucionar hacia un concepto de autoridad basado en la influencia, no en el control absoluto. Esta transición nos libera de la necesidad de luchar por el poder, permitiendo una crianza más armónica y efectiva. Aunque es tentador recurrir al grito para obtener resultados inmediatos, Joya enfatiza que a largo plazo, el enfoque de influencia es más eficaz y constructivo.
“Cuando consigues superar ese duelo por la autoridad y pasas al concepto de influencia te ahorras muchos momentos de desesperación que solo son luchas de poder, esa necesidad de que el otro haga lo que tú quieres, cuando tú quieres y como tú quieres”, continuó.
La autora sugiere que la clave radica en la consciencia. Esta consciencia implica reconocer que todos llevamos consigo nuestras propias experiencias y formas de ver el mundo. Esto influye en nuestras interacciones con nuestros hijos. Al entender esto, podemos detenernos antes de reaccionar impulsivamente, reflexionar sobre lo que sucede detrás del comportamiento de nuestros hijos y responder de manera efectiva.
Para Joya, la consciencia es la habilidad de comprender que todos tenemos nuestras propias perspectivas, nuestras propias “gafas” a través de las cuales vemos e interpretamos el mundo. Esta comprensión nos lleva a reconocer que es imposible tener una mirada completamente objetiva de lo que ocurre a nuestro alrededor. Al asumir esta premisa, adquirimos una visión más amplia. Como una lente adicional que nos permite ir más allá de las conductas superficiales y comprender las razones subyacentes detrás de ellas.
En palabras de la autora, esta toma de consciencia tiene un impacto transformador en la manera en que respondemos a los comportamientos de nuestros hijos.
“De esta forma, cuando veo un comportamiento de mi hijo con potencial para activarme el automático de la irritación, si yo tiro de consciencia puedo parar y pensar qué hay detrás de ese comportamiento, buscar explicaciones, interpretar más allá de mis gafas. Eso cambia la emoción. Automáticamente, el enfado se esfuma”, expresó Joya.
¿Es la consciencia un antídoto contra la eterna culpa de madres y padres? Angélica Joya afirma rotundamente que sí. La consciencia se convierte en un multiplicador de la paciencia, brindándonos la capacidad de manejar nuestras emociones de manera más efectiva.
“La consciencia lo que hace es ir un paso más atrás: saber que lo que a mí me genera la emoción es la interpretación que yo hago de un hecho. Si gracias a la consciencia de 10 cosas de tus hijos que antes te irritaban y te hacían perder los nervios, ahora solo lo hacen seis, ya estás ganando mucho”, puntualizó.
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Con información de El País.
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