La OCDE ha señalado que reabrir las instituciones educativas ayuda al desarrollo de conocimientos, pero debe hacerse con las medidas de prevención adecuadas. Además, apunta que mantener el cierre de las escuelas puede prevenir hasta el 15% de las infecciones.
En el apartado “Cuándo y cómo reabrir las escuelas”, del documento El impacto del COVID-19 en la educación. Información del Panorama de la Educación (Education at a Glance) 2020, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el organismo emitió recomendaciones para el regreso a clases de sus países miembros, entre las que se encuentran que, al ingresar a las instalaciones, se debe tomar su temperatura y que, en caso de que se detecte a algún estudiante contagiado, este deberá ser atendido por pesonal médico sin ser estigmatizado por ello. Señala que también deberá tomarse la temperatura de los docentes al ingresar a las escuelas, quienes pueden ser sometidos a pruebas de COVID-19 antes del regreso a clases.
“Por su parte, podría requerirse someter a pruebas a los docentes antes de reabrir las instalaciones y los directivos de salud e higiene de las escuelas deberán tomar la temperatura de los docentes a su entrada a las instalaciones”.
Otras medidas enumeradas por el organismo son: desarrollar protocolos claros para las medidas de distanciamiento físico, escalonar los horarios de alimentación, trasladar las clases a espacios temporales o al aire libre e impartir clases por turnos para reducir el tamaño de los grupos. Destaca la importancia de mantener un lavado de manos constante, respetar los códigos al toser o estornudar y el uso de equipo de protección, así como mantener un nivel adecuado de limpieza en las instalaciones y prácticas seguras en la preparación de alimentos.
Según el organismo, “los beneficios de reabrir las instituciones educativas en lo que se refiere a apoyar el desarrollo de conocimientos y competencias entre los estudiantes son incuestionablemente valiosos” y reitera que debe remediarse la pérdida de aprendizajes antes de que represente un gran costo económico para las sociedades, al diminuir su productividad y crecimiento. No obstante, también advierte que es necesario sopesar la decisión con el riesgo de un posible aumento de contagios.
Evidencia obtenida de epidemias anteriores sugiere que el cierre de las escuelas puede prevenir hasta 15% de las infecciones. Si bien esta proporción es moderada en comparación con otras medidas de política pública (por ejemplo, el distanciamiento social en el sitio de trabajo, el cual puede reducir la transmisión hasta en 73%; el aislamiento de los casos de contagio, con un efecto de cerca de 45%, o la cuarentena en el hogar, con un efecto de cerca de 40%), no es desdeñable, y en algunos países el grado de interacción entre los niños pequeños y la generación de adultos mayores, que corre más riesgo, es alto.
Con información de la OCDE y El Sol de México
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