En los últimos días, la violencia contra las mujeres ha conmocionado a la opinión pública. Ha quedado de manifiesto la crueldad del país en el que vivimos, donde una niña de siete años puede ser secuestrada, torturada, asesinada y arrojada a la basura, donde una mujer puede ser ejecutada y desollada por su pareja, y luego vejada en la muerte por una combinación de funcionarios venales y periodistas irresponsables.
Esos casos de espanto no son sino la punta del iceberg del suplicio que padecen muchísimas mujeres mexicanas de manera cotidiana. A riesgo de ser reiterativo, van algunos datos de ese horror, algunos de los cuales he usado en columnas previas, pero que vale la pena machacar:
1. En 2018, según información Inegi, fueron asesinadas 131 niñas menores de 10 años. Eso representa aproximadamente 3% de los homicidios de mujeres registrados ese año. Ese número puede sonar pequeño, pero no es normal ni aceptable. En España, por dar un ejemplo, fueron asesinadas en el mismo año 113 mujeres de todas las edades.
2. Los asesinatos de niñas son sólo una manifestación extrema de un patrón mucho más amplio de violencia homicida contra las mujeres. En 2017, se cometieron 87 mil homicidios intencionales contra mujeres en el mundo, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delitos (UNODC por sus siglas en inglés). De ese total, uno de cada 25 se cometió en México. Eso implica que una mujer mexicana enfrenta 2.5 veces más riesgo de ser asesinada en un año que una mujer promedio en el mundo.
3. Es importante reiterar que la violencia homicida que afecta a las mujeres es cualitativamente distinta a la que afecta a los hombres. Entre los hombres, 72% de los homicidios en 2018 se cometieron con armas de fuego. Entre las mujeres, 58% murieron por arma de fuego, 15% por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, y 13% con objeto cortante. Asimismo, en mucho mayor proporción que los hombres, las mujeres son asesinadas en espacios privados: 25% de los homicidios de mujeres ocurrió en viviendas particulares contra 10% en el caso de los hombres.
4. Esos datos apuntan a un dato terrible: el hogar no es un lugar seguro para una proporción enorme de mujeres y muchas de ellas cohabitan con sus agresores. La violencia que sufren es más doméstica, menos pública y, por tanto, más invisible. Esa inferencia es confirmada por datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (Endireh): 4.8 millones de mujeres mayores de 15 años enfrentaron al menos un incidente de violencia en su ámbito familiar en el año previo a la encuesta. De ese total, 1.3 millones sufrieron una agresión física. Casi 600 mil recibieron patadas o golpes con el puño y más de 100 mil fueron atacadas con navaja, puñal o arma de fuego.
5. Sumen a esto las agresiones sexuales: de acuerdo con la Endireh, 9.4 millones de mujeres sufrieron en el ámbito comunitario al menos un incidente de violencia sexual en los doce meses previos al levantamiento de la encuesta. Eso equivale a una de cada cinco mujeres mayores de 15 años. Casi 200 mil mujeres enfrentaron al menos un intento de violación en el mismo periodo y 71 mil fueron obligadas a sostener relaciones sexuales sin su consentimiento.
Lo peor del asunto es que nada de esto es nuevo. Estos datos han estado a disposición de quien quiera verlos desde hace años y no pasa nada. El gobierno no actúa y la sociedad (exceptuando, por supuesto, a las organizaciones feministas) no reacciona, salvo para manifestar su ira momentánea ante un caso de alto impacto. Y aquí seguimos, tolerando una violencia sistémica y persistente en contra de más de la mitad de la población.