Los avisos de un nuevo virus empezaron en diciembre. Tomó desprevenido al gobierno chino. Los de Italia, Francia y España tuvieron más tiempo para alistarse, y el continente americano tuvo aún más margen. En México, tres meses después, ya con 118 contagios y con la primera muerte por Covid-19, el IMSS ordenó apenas antier hacer un inventario en sus clínicas y hospitales para averiguar qué equipo tienen de terapia intensiva como el que requieren los casos graves de la nueva enfermedad.
El titular de la Coordinación de Conservación y Servicios Generales del Seguro Social, Carlos Enrique García Romero, giró un oficio con fecha del miércoles 18 de marzo, en el que ordena hacer un inventario del equipo propio o subrogado que se requiere para la emergencia por el coronavirus. El documento en mi poder se puede consultar en carlosloret.com.
Está dirigido a los titulares de los órganos desconcentrados de operación administrativa desconcentrada estatales y regionales, los directores de unidades médicas y de alta especialidad, y a los jefes de servicios administrativos y directores administrativos.
De manera textual, expone las razones para realizar el inventario: “Con el propósito de conocer las capacidades y equipo con el que se cuenta en hospitales para la atención oportuna de derechohabientes que pudieran presentarse con indicios de COVID-19”. El IMSS, pues, en medio de la pandemia que tiene al mundo en alerta desde diciembre, desconoce qué equipo médico tiene para enfrentarla… y se pone a averiguarlo apenas antier.
Lo que intenta saber García Romero es si hay, y en su caso cuántos y en qué estado, por ejemplo, ventiladores mecánicos, que son esenciales para mantener con vida a los pacientes graves porque el virus ataca directamente a los pulmones y disminuye rápidamente su capacidad de respirar por sí mismos.
Y pregunta por “monitores de terapia intensiva, consolas para ECMO, videobroncoscopios con procesador de imágenes y fuente de luz, máquinas de hemodiálisis, ultrasonógrafos, monitores de signos vitales de hospitalización, desfribiladores, bombas de infusión, electrocardiógrafos, esterilizadores de alta y baja temperatura”.
“Lavadoras y secadoras de inhaloterapia, autoclaves, equipo de Rayos X portátiles, camas bariátricas, unidades centrales de monitoreo en unidad de cuidados intensivos, kit de laringoscopios, videolaringoscopios, nebulizadores de malla vibrante, selladoras para empaquetamiento de material y ventiladores de traslado”.
En resumen, el equipo esencial para atender a los contagiados que presenten un cuadro grave.
El oficio concluye que, una vez realizado ese inventario en sus hospitales y clínicas por todo el país, se podrá realizar un diagnóstico “para tomar las medidas necesarias dentro de las posibilidades y disponibilidades que se puedan considerar”.
No da risa. Da terror. Es de una irresponsabilidad monumental que cuando el virus ya había contagiado a poco más de 200 mil personas en 160 países, en México apenas estén averiguando qué equipo tienen.
El presidente López Obrador, tras presumir sus amuletos antipandemias, declaró con mucha seguridad que existe un plan perfectamente definido desde hace tres meses para enfrentar la llegada del coronavirus al país.
O no hay tal plan o es uno tan mal diseñado que el instituto de salud más grande del país no sabe con qué enfrentará la pandemia y apenas hace unas horas se le ocurrió determinar qué tiene y qué no.