¿Alguien recuerda un caso de alto impacto en este país que se haya resuelto en 15 horas? Pues eso es lo que sucedió el viernes, cuando el atentado en contra del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, al despuntar el día, se resolvió al iniciar la noche. En ese periodo, se detuvo a 19 personas, se decomisaron vehículos, armas, dinero, drogas y, como colofón, se capturó en la alcaldía Tláhuac al presunto autor intelectual, el jefe de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que vive en Jalisco.
Gran velocidad para algo que comenzó atropellado. Poco antes de ingresar al quirófano tras haber sido herido, García Harfuch acusó a través de su cuenta de Twitter al CJNG de haberlo querido matar. En ese mismo momento, la jefa de Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, ofrecía una conferencia de prensa donde señalaba que no se podía determinar qué grupo había atentado contra su colaborador. La afirmación de García Harfuch molestó a Sheinbaum, y provocó malestar en las secretarías de Seguridad federal y de la Defensa Nacional, por la denuncia mañanera sin ninguna evidencia firme de que la autoría fuera de ese cártel.
García Harfuch aventuró la especulación porque días antes, por una escucha telefónica del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), sabía que era uno de los probables objetivos para sufrir un atentado.
El gobierno local y federal se tuvieron que alinear a su denuncia, saltándose los procedimientos de una investigación: peritajes, líneas de investigación, posibles móviles. Lo que empezó a las seis y media de la mañana, concluyó a las nueve y media con detenidos, presuntos culpables, supuestas confesiones, pero extrañamente, y sin saberse hasta hoy pese a las horas de interrogatorios a quien dicen coordinó el ataque, por qué querían matarlo.
Hasta que se demuestre jurídicamente lo contrario, la acusación al CJNG es de oídas. Pero no hay que equivocarse. Esa organización tiene el poder de fuego para cometer un atentado de esta naturaleza, y su líder formal, Nemesio El Mencho Oseguera, posee la personalidad violenta y suicida para que en un acto de furia, ordene un ataque en la ciudad más vigilada del país, con alrededor de 200 mil cuerpos de seguridad entre los capitalinos, los federales, los militares y la policía preventiva e industrial. Sin embargo, las verosimilitudes no son verdades, y en este caso la realidad, a partir de los hechos y los comunicados oficiales, dejan mal paradas a las autoridades.
Veamos:
1.- García Harfuch duerme en sus oficinas de tres a cuatro días por semana. El resto, en una de sus tres casas. Según la Fiscalía de la Ciudad de México, tres grupos se prepararon desde las 10 y media de la noche en la víspera, para atacarlo en tres puntos diferentes. Se puede argumentar que desde adentro informaron a los atacantes que esa noche dormiría en su casa. Esta infiltración del crimen organizado en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, se está investigando, hasta donde se sabe, a partir de una averiguación para detectar infiltrados iniciada por el propio García Harfuch, semanas antes del atentado.
2.- Si el CNI, que encabeza uno de sus principales apoyadores en el gobierno federal, el general retirado Audomaro Martínez, señaló que era uno de los objetivos del cártel, ¿por qué no le redoblaron su vigilancia? El viernes iba acompañado, como siempre, por dos escoltas en su camioneta y una patrulla detrás. De acuerdo con el protocolo de seguridad, lo monitoreaban desde el C-5, que les advirtió de extraños movimientos sobre Paseo de la Reforma y recomendó regresar. La ayuda tardó al menos 12 minutos, según vecinos de la zona, y no fue inmediato, como dijo Sheinbaum. García Harfuch no murió porque los atacantes, o no utilizaron, o emplearon mal los fusiles Barrett, que al ser activados a poca distancia, no alcanzaron su máxima potencia.
3.- La Fiscalía capitalina dijo que quienes participaron en el atentado fueron contratados hace tres semanas. Es decir, no eran cuadros del CJNG. Todavía no se informa si alguno sabía que los había contratado ese cártel, que podría explicar el porqué de la embestida contra el CJNG, ni tampoco se entiende porqué si no eran sus milicias, el jefe de sicarios encabezó la operación con un outsourcing criminal, como se colige a partir de lo que dijo la autoridad. Ello llevó, en la versión oficial, a que lo encontraran por el seguimiento de las cámaras del C-5.
4.- Para un jefe de sicarios de la capacidad que le atribuyen a El Vaca, como lo apodan, su descuido en este operativo habría sido enorme. Sin embargo, la forma como actuó la Marina para atraparlo deja más dudas. García Harfuch se apoyaba en la Marina para combatir a las bandas criminales Unión Tepito y su enemiga, Fuerza Anti Unión Tepito, ligada al CJNG. Detener a El Vaca en una casa de seguridad, se asemeja más a lo que sucedió en el pasado con el EPR que, ante la presión pública por dar resultados rápidos, se revienta una casa que se tenía vigilada para obtener información, para mostrar un éxito aparente, sin que necesariamente esté vinculada al caso.
García Harfuch había dado golpes al CJNG y a sus aliados en la capital federal, y de confirmarse su responsabilidad en el atentado, sería el segundo ataque del cártel en junio. El anterior fue en Colima hace 10 días, contra el juez federal, Uriel Villegas, que murió. Coincide también con la declaración del presidente Andrés Manuel López Obrador, una semana antes, que él autorizó la liberación de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, el 17 de octubre pasado, lo que confirma la percepción de que el gobierno federal sí tiene un aliado criminal, aunque sea inopinado, el Cártel de Sinaloa, enemigo del CJNG.