Hugo López-Gatell, el subsecretario de Salud y vocero ante la pandemia, sigue generando chispas dentro del gobierno del presidente López Obrador. Varios de los colaboradores de mayor confianza del primer mandatario han chocado con él.
La principal fuente de tensión es que aparentemente López-Gatell no sabe trabajar en equipo y no cumple con los acuerdos a los que llega con sus colegas. “Al subsecretario estrella ya se le subió la fama”, dicen. Pero sobre todo, el problema que subyace en las disputas es que por su culpa, todos en Morena están pagando una alta factura política ante una pandemia fuera de control.
El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; el vocero presidencial, Jesús Ramírez; y el director general del IMSS, Zoé Robledo; son algunos de los funcionarios de alto nivel que han tenido raspones con López-Gatell en las últimas semanas, según me cuentan varias fuentes. Es normal que lo nieguen públicamente. Pero ya ve lo que sucedió con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum: cuando hace dos meses publicamos sus disputas, ambos lo negaron ante los medios de comunicación; sin embargo, apenas este fin de semana la jefa de Gobierno aceptó que “hay diferendos, pues sí, sí hay diferendos, pero eso no se tiene que traducir en pedir la renuncia de un subsecretario”. La pura verbalización del asunto es un mensaje. Agregue “los diferendos” con los gobernadores morenistas de Baja California, Puebla y Tabasco. Éste último incluso captado en video diciendo: “yo ya no puedo con Gatell”.
No hace falta elaborar en el tamaño de desastre del trabajo del doctor López-Gatell. El “científico del gabinete” se volvió el meme nacional: desde su incapacidad para proyectar los picos de la pandemia, pasando por su aversión a pruebas y cubrebocas, hasta llegar a su trágica predicción de que tendríamos máximo 6 mil personas muertas… y ya vamos a llegar a 50 mil. Una frase sintetiza el resultado de la gestión de la dupla López Obrador-López-Gatell del coronavirus: México es el tercer país con más muertos por la pandemia.
Pero con todo y estos números, y a pesar de estos pleitos, López-Gatell puede estar tranquilo. Desde un inicio quedó claro que su prioridad nunca ha sido el cuidado de la gente ni la construcción de amistades en el gabinete. Su auditorio es de una persona: el presidente. Abandonó la ciencia con tal de complacer el oído presidencial y casi medio año pandemia adentro, lo mejor que le pudo haber pasado, le pasó: nueve gobernadores de oposición y los tres partidos nacionales a los que pertenecen, pidieron su renuncia. Nada mejor para apuntalar su figura en el ánimo del presidente. Gatell se ha sumado al discurso de los intereses oscuros, de los medios de comunicación que conspiran, de los adversarios conservadores. La carta de los gobernadores es su mejor boleta de calificaciones frente a López Obrador.
Si su evaluación fuera epidemiológica, estaría reprobado. Pero como la evaluación es política, ha sabido hacer lo que se tiene que hacer en Morena para escalar: ganarse el visto bueno de un solo hombre, el presidente.
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