Vamos en sentido contrario y no lo entendemos.
El programa económico presentado ayer por el presidente López Obrador me recordó aquel viejo chiste.
Iba un loco en el Periférico… pero ¡en sentido contrario! Y escucha por la radio un aviso en el que se advierte a los conductores que hay un auto que viene de frente. Y, el susodicho conductor escucha el aviso y dice para sí mismo: ¡No. No es uno solo. Son un montón!
Mientras en todo el mundo se entiende que lo que se requiere en materia de política pública para incentivar la actividad económica es que el gobierno gaste más, en México… se gasta menos.
El programa de 10 puntos enunciado ayer por el presidente López Obrador, en su parte sustantiva y operable, es en realidad un nuevo recorte al gasto público. El resultado de éste será acentuar la ya grave recesión que existe en la economía mexicana.
La visión del presidente es que los problemas fiscales que podamos tener se resuelven con honestidad, austeridad y la priorización del gasto en los proyectos que, a su juicio, son relevantes.
Por eso, aunque muchos rubros del gasto gubernamental serán ajustados, no lo serán los que tienen que ver con algunos programas sociales predilectos y con los proyectos de infraestructura consentidos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
En contraste con las acciones del gobierno federal, el Banco de México sí ha entendido correctamente cuál es la situación que prevalece y esta semana redujo nuevamente en medio punto porcentual el costo del dinero y lanzó medidas para inyectar liquidez para poder asegurar que el sistema bancario cuente con recursos para poder dar créditos a los sectores que los demanden.
El problema, la política monetaria, aunque vaya en sentido correcto, por sí sola no podrá cambiar el curso de la recesión.
Se necesitaría que al mismo tiempo que se emprenden estas acciones monetarias y financieras, el gobierno también desarrollara una política fiscal adecuada para estos tiempos de vacas flacas.
Como una tijera, se necesitan dos hojas, la fiscal y monetaria, para lograr resultados relevantes.
Sin embargo, todo indica que a pesar de la austeridad, las cifras ya no cuadran.
Quizás por eso, la Secretaría de Hacienda anunció ya la colocación de títulos de deuda por el orden de 6 mil millones de dólares, por cierto, ya contemplados en el Presupuesto anual.
Pero, no van a ser ni remotamente suficientes.
Si las cifras que los principales intermediarios financieros y analistas han establecido en los últimos días resultan correctas, y no hay acciones fiscales en sentido correcto, nos vamos a enfrentar a una recesión de proporciones descomunales.
Tanto Citibanamex como BBVA, por citar solo dos instituciones, ya han establecido en sus escenarios más pesimistas caídas de la economía superiores al 10 por ciento en este 2020.
Un factor que puede agravar el riesgo de un desplome de estas magnitudes es la posibilidad de que se prolongue el confinamiento. Esto ocurrirá si la reducción del número de nuevos contagios diarios no ocurre conforme a lo esperado, y con las presiones para reabrir la economía y la falta de medidas obligatorias a nivel federal para asegurar el confinamiento, es un escenario que no puede descartarse.
Diversos gobiernos democráticos han tenido que usar su legitimidad para establecer medidas coercitivas que permitan la reducción de los contactos en la proporción necesaria.
No hacerlo, porque “aquí somos democráticos”, es otro ejemplo de que vamos en sentido contrario.