Poco a poco ha ido quedando claro quién es el verdadero López Obrador. Soy de los que ve diariamente sus conferencias mañaneras y después de 17 meses, su discurso es el mismo: culpar de todo a los gobiernos anteriores y a los conservadores; incapaz de aceptar sus equivocaciones, prefiere mentir, ocultar información; decir que tiene otros datos o negar la realidad, antes de reconocer sus errores y los problemas que enfrenta su gobierno.
Probablemente tenga buenas intenciones, pero no es un hombre ético, para él “el fin justifica los medios” y cualquier cosa se vale, incluso pasar por encima de la ley para lograr sus objetivos.
Así ha sido toda su vida, falsificó su residencia para poder ser candidato a jefe de Gobierno, ocultó la información sobre el costo del segundo piso del Periférico; desconoció los resultados de las elecciones de 2006 y 2012 para no tener que aceptar su derrota; como candidato prometió bajar los precios de la gasolina y la luz, y ofreció crecer a 4 por ciento anual y reducir en los primeros seis meses a 50 por ciento la delincuencia para ganar la elección. Lo malo es que sigue haciendo promesas que sabe que no se van a cumplir y sigue ocultándole a la gente la situación crítica que vive el país en lo económico, empleo, salud y seguridad.
Su necesidad de que exista un México antes y un México después de él, lo ha llevado a cancelar proyectos como el aeropuerto de Texcoco y programas como Progresa; las guarderías y el seguro popular, entre otros, que eran una alternativa real para la gente más pobre.
Varios de sus programas sociales están fracasando y no lo acepta; el programa de Sembrando Vida ha logrado sólo 15 por ciento de su meta, Jóvenes Construyendo el Futuro permitió ofrecer trabajo a 50 mil de los 900 mil que fueron capacitados; el haber eliminado el programa de Progresa, que beneficiaba a todos los miembros de la familia, por becas a los jóvenes, ha dejado sin apoyo a más de 6 millones de familias. El caso más grave es la eliminación del Seguro Popular, su sustitución por el Insabi ha dejado sin atención médica a la gente de menores recursos.
Inclusive en la lucha contra la corrupción ha aceptado prácticas que van en contra de la transparencia. La gran mayoría de las compras del gobierno se están haciendo con asignaciones directas y esto, más allá de que se está violando la ley, va a permitir más corrupción. Su obsesión de luchar contra la corrupción y obtener dinero para sus programas sociales ha paralizado al sector público y a varios sectores de la economía nacional.
Su posición ante el feminismo lo pinta de cuerpo entero, por cerrazón no pudo sumarse al movimiento feminista y prefirió calificarse como humanista. Ése es López Obrador, un hombre inflexible que no puede aceptar estar equivocado, prefirió insistir en su posición aun a costa de enfrentarse al movimiento feminista.
López Obrador no es el líder que requiere el México actual, es un hombre anclado en el pasado, incapaz de ponerse enfrente de las nuevas demandas y causas de la gente.
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