La percepción del riesgo es una construcción social, que tiene una fuerte influencia política y refleja la distribución del poder y la autoridad para proteger de las amenazas. Hay diferentes formas de inseguridad y riesgos que se producen en distintos niveles de lo local a lo global. A raíz de la pandemia del Covid-19 que ha trastornado el modo de vivir de la humanidad entera, es preciso la integración de un amplio espectro de riesgos globales, regionales y nacionales en el análisis de la violencia y de la inseguridad incluyendo la dimensión local que puede detonarse a partir de las medidas draconianas en algunos países, severas en otros y discrecionales en los menos.
La política internacional se está definiendo cada vez más a partir de líderes carismáticos que muestran una posición de fuerza en el debate político y, en muchos casos, utilizando datos falsos para defender su posición en lo que se ha denominado la posverdad. El Covid-19 exhibirá y juzgará a todos los gobernantes de acuerdo a su actuación frente a este enemigo invisible que ha hecho visible la urgente cooperación internacional frente a una emergencia cuyo fin aún es incierto.
México transita en el peor de los escenarios. Con un desordenado gobierno cuyo presidente desafió con desprecio a la ciencia y a sus técnicos, mandatarios estatales, sociedad civil y empresarios han tomado sus propias decisiones sobre la marcha. Los deplorables ejemplos ante una crisis sanitaria que amenaza la salud pública de millones de mexicanos y la maniobra de seguir polarizando han lastimado a México y a la imagen presidencial.
Como una ruta de escape desde Palacio Nacional se pretende implementar una estrategia paralela a la delineada por el presidente Donald Trump, quien ya visualizó que ante su respuesta tardía y sus fanfarronadas sobre el brote del coronavirus, en el colapso de la economía estadunidense va indexada su reelección.
En su notoria impaciencia por el desplome de los mercados, la inevitable crisis económica y la profunda recesión en ciernes declaró que los Estados Unidos, ya con la aprobación del paquete de rescate económico más ambicioso en la historia moderna, estará listo para salir de las medidas de aislamiento y regresar a la “normalidad” en pocas semanas pese a que varias ciudades, como Nueva York y Los Ángeles, viven el infierno de miles de contagios, el colapso de sus sistemas de salud y con el agravante de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declare en fecha próxima a los Estados Unidos como el próximo epicentro de esta pandemia.
La reciente narrativa de López Obrador y el deplorable mensaje de Salinas Pliego,ambos en la ruta de primero salvar la economía —enferma mucho antes de la llegada del coronavirus—a costa de llevar a cabo rigurosos protocolos para la prevención de contagios masivos, sorprende. Sobre todo cuando el primero,ante la violencia suscitada en Culiacán por la captura de un criminal, expresó rotundamente que lo más importante era proteger la vida de las personas que estaban en riesgo y por ello se tomó la decisión de liberar al delincuente. De tal manera pareciera que de acuerdo al contexto, es el valor que se da a las vidas humanas. La contradicción como emblema de esta transformación. La falta de certidumbre. Y lo más delicado: la feroz disputa al interior del gobierno poniendo en riesgo la gobernabilidad en tiempos de crisis.
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