Autor: Danielle Dithurbide
Oficialmente tenemos un muro. Pero está en el sur y no en el norte. Ahora mismo más de mil hondureños cruzan sin restricciones por Guatemala, que tiene libre tránsito con Honduras y El Salvador, pero en unas horas, cuando lleguen a México, se van a topar con él. Les puedo confirmar que el canciller Ebrard le informó al nuevo mandatario guatemalteco que no van a pasar y, sean los que fueren, se quedarán retenidos ahí.
Las caravanas migrantes se convirtieron en tema a finales de 2018; su rápida formación y organización generaron todo tipo de teorías sobre la posible participación de gobiernos externos, con intereses políticos, en su planificación y financiamiento, pero nadie lo pudo comprobar. Lo que es cierto es que su rápido avance y la crisis humanitaria –todavía sin resolver– de la que por semanas fuimos testigos en México, fueron el argumento perfecto con el que el gobierno de Estados Unidos presionó al nuestro.
Niños y mujeres solos, enfermedades, hacinamiento en centros migratorios, falta de higiene y alimentos; abusos de autoridades, entre otros, hicieron el escenario necesario para que las autoridades mexicanas, que habían abierto las puertas, cedieran ante las presiones estadounidenses, cada vez más agresivas, y endurecieran la política migratoria. De pronto surgió ese muro y nos salió el Donald Trump que llevamos dentro.
El tema migratorio entre México, Estados Unidos y Centroamérica es tan complejo, que la semana pasada, sucedió algo inusual. ¿Recuerdan algún hecho en el que dos gobiernos se contradigan, en un tema que involucra a otro país, y que no sea un escándalo mundial? Pues eso fue exactamente lo que sucedió.
Estados Unidos y Guatemala se desdijeron sobre, nada más y nada menos, que el futuro de cientos de mexicanos, y el gobierno de nuestro país no sabía ni de qué estaban hablando.
Primero, altos funcionarios del DHS de Estados Unidos confirmaron que con el acuerdo firmado en noviembre en el que Guatemala aceptó la condición de Tercer País Seguro, todos los mexicanos solicitantes de asilo, serían enviados al país del sur a esperar respuesta ante la evidente sorpresa, el entonces presidente guatemalteco Jimmy Morales aseguró que ese punto no estaba negociado y que sería decisión de su sucesor. México nada más vio pasar la bola, no tenía ninguna información al respecto. El presidente de un país negó las declaraciones de altísimos funcionarios de otro, y nadie dijo nada. A nadie le convenía. Hasta ahora ningún mexicano ha sido enviado. Y nada más para no dejar: “el hermano mayor siempre aconseja al hermano menor, pero el mayor debería voltear a ver el menor de vez en cuando”, fueron las primeras palabras que Alejandro Giamattei dijo sobre México como presidente de Guatemala. Me las dijo en entrevista para la televisión. Tal vez revisar los últimos años de la historia de nuestro vecino del sur, nos daría un par de lecciones, y no, no me refiero al tema migratorio.
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