Sí, viene lo peor de la pandemia de COVID-19 para México. Las señales son aterradoras. Tanto como las que ya se vivieron en otras partes del mundo, como Nueva York, en Estados Unidos, e Italia.
Personal encargado de revisar casos en instituciones mexicanas de salud, están alarmadas. Ya ni siquiera por la cantidad de pacientes que día a día se reciben en los nosocomios. Su alarma es porque la gente está empezando a abandonar a sus muertos. No los reclaman.
Ya ocurrió en Tijuana: los cuerpos están siendo abandonados en el Servicio Médico Forense, las morgues están saturadas. El alcalde Arturo González Cruz busca acuerdos con la Secretaría de Salud federal para saber qué hacer con esos cadáveres sin reclamar.
Dentro de poco, nos dicen, no habrá ni bolsas dónde meter a esos cadáveres, olvidados desde que son ingresados con diagnóstico de coronavirus o “neumonía atípica” (donde está la cifra negra). Es el inicio de una agonía solitaria: dejan de ver a sus familiares e incluso rostros humanos, porque los profesionales que los atienden se les presentan con trajes herméticos, cubrebocas y caretas protectoras que apenas dejan ver sus ojos.
Estiman que 10% de los cuerpos no se han reclamado. Y la cifra va en aumento y las autoridades sanitarias habrán de definir qué se hará con ellos. Lo óptimo serían fosas comunes, como hizo Nueva York en la isla Hart. Pero hasta en eso hay dudas.