En el arranque de un nuevo régimen, decidido por una abrumadora mayoría ciudadana, comienzan a presentarse disfunciones constitucionales y confrontaciones potenciales entre el Ejecutivo de la Unión y otras autoridades públicas del país. Por ejemplo, la rebeldía del gobierno del estado de Jalisco contra sucesos internos que atribuye a la injerencia del gobierno central y la respuesta de su partido amenazando al Presidente de la República con sacarle sus “trapitos al sol”; inédito chantaje político, que no fue “visto ni oído”.
Comienza igualmente a enturbiarse el respeto a la jurisdicción y desempeño de los órganos constitucionales autónomos como el INE y el INAI, y de diversas instituciones reguladoras entre ellas el IFT y la Cofece. Sobresale la amenaza suicida de la Comisión Nacional de Derechos Humanos —que como le faltan “dientes”— prefiere cerrar la boca, arguyendo que desea convertirse en otro organismo que ya existe: la defensoría del pueblo. Conato usurpador de funciones.
Otra que causó gran desconcierto fue la supuesta suplantación de facultades de la Cámara de Diputados en materia presupuestal; cuando se trataba de un asunto cuantitativo, más que una violación legal. Son motivos de desasosiego mayor para la opinión pública las declaraciones emitidas por el gobierno con motivo de la pandemia. El responsable de instrumentar las medidas resultó más parlanchín que efectivo: curvas que se aplanan y luego se disparan. Fechas que se anuncian y después se prolongan sucesivamente, apeladas “fechas corredizas”.
El comportamiento de los médicos y enfermeras ha sido ejemplar. Sus muertos deben ser honrados y sus vivos recompensados. Sin embargo, la veracidad de los escenarios se comprueba con matemáticas prospectivas. Hemos tenido acceso a la información internacional que nos coloca entre los 10 primeros en el índice de expansión del Covid-19. La Universidad Johns Hopkins señala que —en relación al número de contagiados— los países que registran las líneas más ascendentes somos México, India, Brasil, Irán, Pakistán, Sudáfrica y Bangladesh. En cambio, otros que sufrieron grandes estragos al principio de la pandemia como España, Italia e incluso China, la han contraído sin acudir a supercherías o apoyos del Vaticano.
La primera enfermedad global de la historia generó incontestablemente una crisis económica que puede prolongarse durante un decenio y dañar despiadadamente a los más pobres de la tierra. Así como el coronavirus se instala con mayor facilidad en los organismos que ya padecían obesidad, diabetes e hipertensión, el desplome económico produjo efectos más graves en países que habían asumido como obligatorio el Consenso de Washington. Los perdedores del neoliberalismo, más no los ganadores. Incluyendo paradójicamente a los Estados Unidos, sede del capitalismo mundial. El monstruo de Frankenstein que se revela contra su creador.
Nuestro vecino no había sanado todavía de la crisis hipotecaria del 2008, cuyos estragos intentó reparar mediante políticas inconexas, insuficientes y aún contradictorias durante el tiempo de Obama. El sistema fiscal benefició anacrónicamente a los grandes capitales, debilitó a las clases medias y relegó sobre todos los obreros, sin mirar etnia u orígenes. Trump se favoreció de ese enfrentamiento y excitó el aspiracionismo social mediante el mito de la supremacía blanca, como nuevo paradigma articulador. Dislocó las relaciones humanas y productivas en beneficio de un solo triunfo electoral y complicó torpemente sus relaciones internacionales. A la postre su patología xenofóbica, fruto de la ignorancia, no le redituó en el interior ni en el exterior.
El análisis riguroso de estos acontecimientos resulta indispensable para actualizar y redefinir pragmáticamente el curso de las determinaciones nacionales. Pregonar que el peso se está fortaleciendo, en vez de reconocer que el dólar se está devaluando frente a todas las monedas del orbe, puede inducir a simplificaciones perniciosas ya que nuestras principales exportaciones se van a encarecer, mientras que alentamos nuestras importaciones. En este camino cancelaríamos la única balanza de pagos superavitaria de la que gozamos. Nuestras reservas en dólares reducirían su valor en perjuicio de nuestra relación cambiaria. Exhibiría retroactivamente la ridiculez de nuestro temor atávico respecto de la elevación de aranceles. Las remesas de nuestros compatriotas en el extranjero se adelgazarían con efectos severos sobre nuestra principal fuente de divisas y la reducción del gasto y del consumo de los mexicanos. Mas nos valiera dejar de proclamar fracasos ajenos que no son éxitos propios. “La verdad nos hará libres”.