Pablo Cruz ha pasado los últimos 33 días dedicando cada minuto de su tiempo libre a imprimir caretas de seguridad para personal médico y cajas de intubación. La caja es una estructura plástica que permite a los médicos intubar, mientras se protegen de no quedar infectados de coronavirus. Lo hace con sus amigos Diego Valadez, Ana Peniche, Andrea Olvera, Rodrigo Díaz, Bartolome Delmar, Maria José Orraca y otros que les ayudan a medio tiempo.
Más de 600 personas y varias organizaciones han donado a Lasca Studio, su proyecto. Hacen sus productos sin cobrar un centavo. En el último mes, han entregado en casi 40 hospitales en la Ciudad de México y otros 10 en los estados. Para el viernes próximo, dice con orgullo, habrán donado 9 mil caretas, hechas con impresora 3D, trabajando a distancia y por teléfono. “Esto es lo poco que podemos hacer por tratar de ayudar”, dice al teléfono.
Su historia, felizmente, dista de ser única. Magda Montiel lleva botellas de agua a los empleados de la Guardia Nacional que cuidan las playas de su amado Manzanillo. Jerome Schinca recopila información científica y protocolos en el sitio web covid19.emergencias.org.mx. Machina Innovation Lab y Makers Mexico también están haciendo está entregando mascarillas de protección para personal hospitalario. En Querétaro, Alex García dona cubrebocas a hospitales donde los médicos no tienen insumos. Cindy Santos ha sido voluntaria en un grupo que hizo y donó cinco mil cubrebocas caseros en Yucatán. Beatriz Madrigal, Estela Sodi y Esther Velázquez han cosido 500 cubrebocas de tela para el personal médico en Aculco, Estado de México. Entre Chilpancingo y Acapulco, Jesús Palomec ha vendido al costo más de 2 mil 500 cubrebocas.
Desde la computadora de su casa, Katia D’Artigues y Bárbara Anderson han logrado contar las historias que nadie está contando sobre cómo viven la pandemia las personas con discapacidad. Han conseguido mostrar que para un ciego, como Juventino Jiménez “es inevitable romper relaciones con Susana Distancia”. Su medio, Yo También, ha logrado establecer una plataforma de información sobre el coronavirus de manera accesible a personas con discapacidad, ha hecho que el gobierno tome consciencia de las omisiones, muchas aún pendientes, que tienen enfrentan la pandemia y son, lo dice Katia, “los últimos de los últimos”.
En El Día Después, Ixchel Cisneros ha logrado articular el trabajo de más de 20 organizaciones, a través de la iniciativa #MiBarrioMeRespalda, para ayudar a quienes sobreviven cada día en las calles con ingresos mínimos y no pueden darse el lujo de encerrarse en casa durante la cuarentena.
Las fundaciones familiares y empresariales también se han organizado. A través de la plataforma mexicoxmexico.org, lanzada esta semana, 25 se aliaron para impulsar proyectos enormes, como ayuda a pequeños negocios, entrega de insumos a personal médico y el hospital de campaña para la recuperación para pacientes con coronavirus, que funcionará en el Centro Citibanamex. Crearon un sitio web donde visibilizan proyectos y se convierten en canal de enlace para que reciban donaciones y voluntarios. “Este Covid nos viene a generar mucha ansiedad y temor, pero también hay mucha esperanza y nos puede hacer caer en cuenta de cuánto potencial tenemos como sociedad y como país”, dice Maite Azuela, una vocera del proyecto.
Son muchísimos más. Ana Vázquez colabora en la plataforma MéxicoCovid19, que ofrece ayuda psicológica, transporte para pacientes graves, ancianos y personas con discapacidad. A través de yo-apoyo.mx, Liliana Mejía convoca a los comercios locales a inscribirse a una plataforma gratuita que los coloca en un mapa, para que los clientes puedan hallarlos. En la Ciudad de México, 16 restaurantes se unieron al proyecto Cocinas Comunitarias, iniciado por World Central Kitchen y el chef peruano José Andrés en Nueva York. Todos los días, cocinan a precios módicos comidas para poblaciones vulnerables y mantienen los sueldos de sus empleados. Las próximas semanas serán las más duras en México, según los especialistas. Dejemos que tanto amor en estos proyectos nos haga sonreír, aunque sea de agradecimiento.