Vamos a una “nueva normalidad”, a ciegas. Transitamos por lo inédito sin atender las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud ni mirar la película por adelantado que viven Europa y Asia. Nos encaminamos al desconfinamiento post-COVID-19 sin mover un centímetro la estrategia -si así podemos llamarla-del subsecretario de Salud Hugo López–Gatell. Estamos en ruta a la apertura de la economía, el regreso a las actividades sociales y escolares, con los ojos vendados. Navegamos sin plan de navegación.
El gobierno de México se niega a diagnosticar correctamente, medir adecuadamente y tomar decisiones con base en evidencia. Prefiere jugar con los números y hacerlos bailar.
“No podemos detener esta pandemia si no sabemos quién está infectado. Tenemos un sencillo mensaje para todos los países: pruebas,pruebas”, dijo desde mediados de marzo su director general Tedros Adhanom. En México el mensaje no se escuchó, menos se aplicó.
Aquí se mandará a la gente de vuelta a la calle con la esperanza -tan manoseada palabra en estos tiempos- de que sea lo correcto. Se ordenará que las restricciones se levanten en ciertos municipios porque no hay contagios, sin tener evidencia para afirmarlo. ¿Cómo saber si realmente no hay casos si no se realizan pruebas suficientes? ¿Cómo asegurar que no se trata de un déficit en la aplicación de exámenes o de una infraestructura mermada que impide detectar casos? Más aun, ¿cómo confiar en quien administra cifras y aplana curvas por decreto? A estas alturas ya es difícil afirmar que los datos que reporta el subsecretario de Salud son reales. ¿Reflejan la verdad? ¿Son parte de una estrategia? ¿De un deseo? Desconocemos. Lo que sí sabemos, es que con base en ellos se ha definido la ruta de la “nueva normalidad”, y eso es tan irresponsable como incierto.
Hemos pasado del errático método centinela, durante las primeras fases de la emergencia, que multiplicaba según el capricho diario, por 8.3, 10, 12 ó 25 los casos confirmados.
Hasta el cierre de esta columna, las cifras oficiales reportaban 40 mil 186 contagios y 4 mil 220 muertes. La tasa de muerte, por tanto, se encontraría en un alarmante nivel por encima de 10%. Pero la cifra es tan mentirosa como su argumentación. Estimaciones del diario El País, por ejemplo, calculan los casos en alrededor de 700 mil; el doctor Alejandro Macías, encargado del control de la Influenza A–H1N1 en 2009, basado en métricas globales, piensa que al menos un millón 250 mil personas están o han estado contagiadas (1% de la población mexicana). La letalidad, por tanto, estaría por debajo del 0.5%.
¿Cómo saber qué cálculo es verás? Simple.Aplicando pruebas. Pero en México hay resistencia a hacerlo. Pese a ello, basados en la cifra oficial, que oculta una enorme cifra negra, se ponen y quitan restricciones, y se abrirán o cerrarán negocios, se enviará o no a los niños a clases e iremos a una “nueva normalidad”.
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