Por Gabriela Rivera
@gabs_07
Por la crisis económica ocasionada por la pandemia de COVID-19, al menos 3.8 millones de niños se sumarán a los 27.6 millones que ya vivían en pobreza y pobreza extrema previo a la pandemia.
México es uno de los países con un alto numero de niños y adolescentes con carencias alimentarias, de educación, vivienda y salud: uno de cada dos menores resienten la pobreza en la que viven sus familias. Y esta situación se agudizó en los últimos 10 meses.
“Los impactos socioeconómicos debido a la pérdida de empleos en sus familias, el cierre de sus escuelas y con ello, el aumento de la violencia y del trabajo infantil, han generado rezagos de los que será difícil recuperarse”, advirtió la organización Save The Children.
La alarma que han activado organizaciones civiles no ha sido suficiente para que el gobierno ponga atención a esta población, una de las más vulneradas durante la pandemia.
De acuerdo con el último informe de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), 40 millones de niños han sido olvidados de las políticas públicas del gobierno federal y no cuentan con programas específicos para atender las carencias que se hicieron evidentes en este último año.
“La invisibilidad de la niñez -que ya tenía antes de la Pandemia- se ha profundizado porque la narrativa sanitaria ha eclipsado todos los otros temas pendientes en el país. Precisamente el abandono de la niñez y adolescencia tendrá consecuencias a corto, mediano y largo plazo que pueden ser devastadoras, dado que se pronostica un aumento de entre el 10% y 50% de la mortalidad infantil global, un aumento en la desnutrición aguda, una crisis alimentaria infantil, un incremento de la pobreza, niñez trabajadora y, como consecuencia, la falta de acceso a servicios básicos, principalmente en materia de salud.
“Esto traerá consigo también el incremento de desigualdad económica y el rezago social, factores estructurales que pueden propiciar que una niña, niño o adolescente esté más expuesto, por ejemplo, al reclutamiento por crimen organizado”, señala el Balance Anual REDIM 2021.
Y precisamente la pobreza en la que han caído millones de familias por la pandemia y el confinamiento, han impactado en otros factores de la niñez:
Ante la urgencia de atender la crisis por coronavirus y enfocar los esfuerzos al sistema de salud, los niños más pobres del país se quedaron no solo sin escuela; también sin los alimentos y cuidados que brinda la escuela a este sector.
En medio del confinamiento y la crisis sanitaria, la administración de Andrés Manuel López Obrador intentó eliminar el programa Escuelas de Tiempo Completo, donde los menores recibían hasta dos comidas al día, aunque al final el secretario de Educación Pública (SEP) aseguró que el programa se mantendrá con recursos del programa La Escuela es Nuestra.
Al cerrar las escuelas, también se cancelaron los programas de desayunos escolares, que muchas veces era el único alimento saludable y completo que tenían al día.
Esto impacto severamente en la alimentación de los menores, que ahora tienen que sobrevivir de lo que puedan darles sus familias, las cuales han visto reducido su ingreso hasta 5% a nivel general.
Recientemente el periódico El País dio a conocer la historia de la niñez en Ocosingo, Chiapas, uno de los municipios más pobres del país, donde los niños s desertaron a la escuela primaria y secundaria por falta de recursos tecnológicos (internet, televisión, radio), así como la pobreza y el analfabetismo de sus padres.
Angélica María dejó de asistir a las reuniones con los maestros cada semana, en la que le asignaban deberes a su hijo Esaú de 10 años. No tiene como comunicarse con la maestra si hay dudas, y ella no puede ayudarlo porque no sabe leer ni escribir.
Como ella, decenas de padres de familia de las comunidades más pobres obligaron a sus hijos a dejar los estudios y buscar un empleo para aportar a la economía familiar, aunque esto signifique perpetuar la cadena de pobreza en la que viven las familias.
Ante las pocas oportunidades en el sistema educativo y la necesidad de contar con un ingreso que les permita comer, al menos 30 mil niños y adolescente s podrían sumarse a las filas del empello en los próximos meses.
Hace unos meses, la REDIM presentó el estudio El estudio Infancia con derechos. Trabajo infantil y Trabajo infantil forzoso en México, que indica que la principal causa de que los menores tengan un empleo es para contribuir al ingreso de su familia, en donde los adultos no tienen suficientes recursos para mantener a los menores.
Sin embargo, esta situación ayuda a perpetuar la situación de pobreza de las familias, en lugar de mejorar su ingreso, aseguró Alicia Vargas, una de las autoras del estudio.
Las carencias y pobreza en la que han caído esos 3.8 millones de niños será difícil de sortear, sobre todo si no hay un programa d apolíticas publicas que atienda específicamente a esta población.
Los menores están sujetos a las ayudas que sus padres reciban del gobierno federal, que les permitirá enfrentar el día a día, pero no a construir una base para que la cadena de pobreza que arrastran en dichas comunidades pueda romperse con las nuevas generaciones.
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