Por Gabriela Rivera
El COVID-19 volvió a pegar en septiembre en las mesas de las familias mexicanas, pues varios de los productos de la canasta básica se fueron al alza, de acuerdo con el Índice Nacional de Precios al Consumidor del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).
Pollo, cebolla, limón y hasta los chiles registraron los incrementos más significativos, en contraste con otros productos o servicios que disminuyeron su costo durante el noveno mes del año.
El incremento de los alimentos se mantiene constante desde que comenzó la pandemia y el confinamiento en marzo pasado, afectando a millones de hogares que no tienen acceso a todos los productos de la canasta básica, ya que es imposible adquirirlos todos con los sueldos que se tienen en el país.
Karla González tiene tres hijos y trabaja como personal de limpieza de un consultorio médico. Su hija trabaja allí también como asistente de los médicos. Sin embargo, con el cierre de actividades y la suspensión de consultas, los doctores redujeron su sueldo a la mitad. Entre las dos obtienen mil pesos a la semana.
Con eso se alimentan, visten y viven los cuatro integrantes de su familia. El problema es que la escalada de los precios en los alimentos causó que dejaran de comer ciertas cosas, sobre todo carne, ya que el kilo ronda los 150 pesos.
“Empecé a comprar más verdura, algunas frutas y pollo para comer toda la semana. También comemos mucho arroz y frijoles. La carne quedo limitada a una vez a la semana y un kilo nos alcanza para comer dos días” explica Karla.
La mujer asegura que de marzo a ahora, el dinero le rinde menos en el tianguis y anda “cazando” los mejores precios entre los puestos para comprar más con menos.
Los precios y la inflación han variado tanto con la pandemia y los movimientos a nivel macroeconómicos, que en septiembre resultó más barato comprar el gas la gasolina y hasta las cervezas, que cocinar un caldo de pollo con cebolla y chiles, ya que su precio subió 23% en comparación con agosto pasado.
El hogar promedio, de acuerdo con el Inegi, está compuesto por entre tres y cuatro personas, que destinan parte importante de sus ingresos para satisfacer sus necesidades básicas, principalmente alimentación.
El estudio del Coneval, La política social en el contexto de la pandemia por el virus SARS-CoV-2, señala que una familia requiere dos mil 780 pesos solamente para comprar los 80 productos de la canasta básica.
Karla y su familia pertenecen a la población en situación de pobreza, junto con 50% de la población mexicana que no tiene ingresos suficientes para adquirir la canasta básica, y que lo pone en una situación de carencia alimentaria.
El estudio señala que la pérdida de empleos, la reducción de salarios y el confinamiento afectaron el ingreso de las familias, al mismo tiempo que los índices de inflación siguen aumentando, por lo que cada vez alcanza para comprar menos.
Aunado a esto, situaciones externas, como las compras de pánico de abril pasado, contribuyeron a incrementar los precios, ya que hubo una gran demanda de productos sin que necesariamente se requerirían compras excesivas de alimentos, bebidas y productos de limpieza.
Una de las soluciones del gobierno ha sido continuar con las transferencias de dinero para ayudar a las familias más necesitadas a solventar sus gastos básicos. Sin embargo, una recuperación económica real será más benéfico para la población a largo plazo.