#Reportaje: EL COVID transformó mi sentido del gusto

Por Gabriela Rivera

@gabs_07

Un sábado a principios de septiembre cociné unos huevos con jamón para desayunar. Le serví su porción a mi pequeño de dos años y me senté a desayunar con él. Apenas di el primer bocado, escupí la comida: sabía como a gasolina, a metal, a podrido. No pude distinguirlo, pero sabía horrible. Pensé que los huevos se habían echado a perder, pero mi hijo comió sin desayuno sin quejarse. 

Dos días después volvió a ocurrir lo mismo, el pollo tenía ese horrible sabor que, hasta ahora no puedo distinguir, pero que ha afectado mi sentido del gusto de forma permanente, aunque no constante. Hay días en que puedo comer cualquier cosa sin sufrir por ese sabor, pero hay otros como apenas ayer, en el que los tacos de pollo de la comida o el jamón del sandwich de la cena sabían a eso.

La afectación al gusto, o disgeusia, es uno de los seis síntomas de COVID-19 y se utiliza para diferenciar el coronavirus de otras enfermedades respiratorias con las que comparte síntomas. A 11 meses de que se detectaran los primeros casos de este padecimiento, y con millones de personas recuperadas, se ha encontrado que la disgeusia es un daño permanente en pacientes que tuvieron COVID.

A mí me dio coronavirus en julio pasado, pese a estar en confinamiento, un descuido ocasionó que mi esposo y yo nos contagiamos. Él curso la enfermedad asintomático, pero yo no: empecé con cuerpo cortado, dolor de cabeza fuerte y constante y secreción nasal. Esto síntomas y el haber estado en contacto con una persona confirmada de COVID me hicieron un probable caso, que se confirmó esa misma noche cuando comía cereal con leche y dejé de percibir el sabor.

El doctor mandó hacer la prueba solo para estar seguros y la siguiente semana sufrí dolores de cabeza interminables, congestión nasal, cansancio crónico, así como la pérdida de gusto y de olfato. Aunque cursé la enfermedad sin mayores complicaciones, pasaron las semanas y nop podía reconocer los sabores o los olores a mi alrededor.

Comencé a leer al respecto y encontré que muchos pacientes recuperados en todo el mundo estaba recibiendo terapias de rehabilitación para recuperar estos sentidos. El médico dijo que tuviera paciencia y en algún momento regresarían. Así fue. 

Un mes después del diagnóstico comencé a detectar el olor a cigarro de mi vecino que fuma en el pasillo del edificio y comencé a reconocer algunos sabores, sobre todo lo picoso y lo salado. Poco a poco, mis sentidos fueron regresando y volví a disfrutar de la comida… hasta esa mañana de septiembre.

Médicos del CDC  y de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos han demostrado que la pérdida del gusto y del olfato está relacionada a muchas enfermedades respiratorias, desde un resfriado común, hasta algunos tipos de influenza y otros coronavirus. Sin embargo, el COVID-19 tiene afectaciones muy particulares en estos sentidos, y el daño puede ser permanente.

Los investigadores en todo el mundo aún estudian a los pacientes recuperados para entender la afectación a estos dos sentidos, que hemos dado por sentados y que solo hasta que fallan nos damos cuenta que sin ellos estamos desconectados del mundo.

El médico que me atiende asegura que esto será temporal, aunque estamos vigilando la persistencia y el tiempo que dure, porque si esto no mejora será necesario buscar una terapia de rehabilitación, que ayude a mi cerebro a reorganizar el sentido y eliminar ese sabor metálico.

La semana pasada, Ricardo Cortés Alcalá, director general de Promoción de la Salud, aseguró que todos los pacientes recuperados que necesitaran terapia de rehabilitación de cualquier tipo —pulmonar, de recuperación de sentidos o motriz—la recibirían de los sistemas de salud del Estado.

Tres días después, Hugo López-Gatell rec, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, reconoció que el sector público no tiene capacidad de atender a los pacientes recuperados con COVID-19. En la conferencia de prensa aseguró que los sistemas de salud no han invertido en este tema y es imposible dar rehabilitación, sobre todo pulmonar.

Al leer esto, me preguntó qué pasará con personas como yo que tienen afectado alguno de estos sentidos y que no tendrán acceso a una atención médica adecuada que les permita recuperar su salud por completo.

El perder cualquiera de los dos sentidos, o ambos, tiene un impacto severo en la calidad de vida de las personas, así como en su seguridad o en su alimentación, señala Isam Alobid, presidente de la Comisión de Rinologíua, Alergia y Base de Craneo de la Sociedad Española de Otorrinolaringología.

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