Ayer por la noche, el gobierno federal, a través del subsecretario López-Gatell, anunció la suspensión de actividades del gobierno. Qué bueno que prevaleció la sensatez y no la ideología. Qué malo que lo hicimos, a mi parecer, ya a destiempo.
Le presento algunos argumentos.
1-Las pruebas. Si el gobierno federal hubiera sido transparente respecto al volumen de pruebas que se han aplicado desde que apareció el primer caso en los últimos días del mes de febrero, tal vez pudiéramos haber tenido plena confianza de la estadística oficial. Hemos percibido, quienes hemos sido observadores de este proceso, que se ha inhibido la aplicación de exámenes, lo que me parece, ha impedido tener una razonable certeza respecto al número de personas que están infectadas.
2-Las fases. Si no tenemos una información de fiar a propósito del número de personas que padecen la enfermedad, tampoco la podemos tener respecto a los momentos oportunos para aplicar las diferentes estrategias. Si es correcto que hasta el día de ayer hubiésemos tenido 475 casos, entonces tal vez tuviera racionalidad la estrategia del gobierno. Sin embargo, si resulta que por la falta de aplicación de exámenes, ni siquiera la autoridad sanitaria sabe cuál es el alcance de la infección, entonces tenemos el riesgo de estar decidiendo a ciegas, y tener la posibilidad de estar aplicando las estrategias a destiempo.
3-Un solo criterio. Si tuviéramos una autoridad federal abierta a considerar opiniones, criterios y argumentos, entonces podríamos considerar que se trata de una visión plenamente objetiva, quizás debatible pero honesta. El hecho de que tengamos un gobierno que pretende imponer su criterio y deja mínimo espacio para el cuestionamiento en la toma de decisiones, nos hace pensar que es muy probable que el criterio impuesto no sea sostenible.
4-La explosión de casos. El temor que tenemos muchos, ojalá estemos equivocados y la realidad nos lo demuestre, es que en cuestión de unos cuantos días, tal vez dos a tres semanas, tengamos una etapa de crecimiento extraordinariamente rápido, derivado de que hubo un lapso de contagio que no se pudo contener por no haber instrumentado a tiempo medidas de distanciamiento social.
5-La crisis de salud. La consecuencia de este hecho es que es probable que en el lapso, cuando mucho de un mes a seis semanas tuviéramos un crecimiento espectacular en la demanda de servicios hospitalarios de quienes van a ser afectados por el virus. Para entonces, es probable que tengamos una crisis de los servicios públicos de salud.
6-Los fallecidos. Como consecuencia de la falta de capacidad de nuestro sistema público de salud, no descarte usted la probabilidad de que tengamos un escenario de fallecidos cercano al italiano o al español.
7-La estrategia. Salvo que asumamos que, ni modo, se han de morir los viejos y los enfermos, como parecen asumirlo algunos políticos y algunos capitanes de empresa, lo que tendremos es la decisión de política pública de prolongar por varias semanas, en un periodo más largo del que se pudo evitar, la cuarentena. Y, eso nos va a llevar a un desastre económico que algunos dicen querer evitar.
Como le he comentado insistentemente en este espacio, ojalá yo esté equivocado, pero me temo que el año 2020 pasará a la historia del país como uno de los más desastrosos en todos los ámbitos, tanto en la salud como en la economía.