Las y los acarreados cumplen una función primordial en la política: apoyan campañas, se movilizan en protestas, “levantan” eventos.
Las y los acarreados representan un capital político de mucho valor, aunque denostados por el ideal democrático del “ciudadano ejemplar”, este grupo compuesto por personas de todas las edades siempre está dispuesto a mostrar su apoyo por convicción o por beneficios concretos inmediatos.
Su presencia es el principal activo de cualquier evento político, sea en campañas o inauguración de obras, fiestas patrias, rendición de informes o anuncios de nuevos programas. Como lo describe Agenor González:
“Los acarreados son de primera, de segunda, de tercera, de cuarta y hasta de quinta categoría. Se les identifica por el transporte en que se les amontona; por el lugar que ocupan en los mítines de plazoleta; en los recintos de lecturas de informes; en las bancas próximas o lejanas al santo patrón en turno”.
Luis Walter Juárez escribe que para los acarreados la retribución por su trabajo pueden ser lonches, despensas, dinero, promesas de acomodarlos en el próximo gobierno.
¿Si trabajan? Es una pregunta constante, puesto que a veces mucha de la presencia de los acarreados requiere de horas o incluso días, no sólo para trasladarse sino para apoyar causas tan ambiciosas como lo fue el plantón en Reforma, por citar un ejemplo.
“No cabe duda de que les pagarán una buena suma de dinero y es que todavía se recuerda aquel voto por voto y casilla por casilla, en la que perredistas estuvieron en plantón días y días, cuando lo correcto es que toda esa gente estuviera trabajando para llevar el sustento a sus hogares”.
“Los acarreados son mercenarios del voto. Favorecedores del mejor postor. Subasta pública de intereses partidistas. Seres humanos que transportados en avión, autobuses, camiones de volteo, carretillas de mano o acémilas, toman la condición de carga”.
Agenor González
Imaginar la práctica de la política sin acarreados parece inverosímil, su función social es simular que alguien está trabajando, que un gobierno cuenta con legitimidad y un candidato puede ganar una elección.
“Los acarreados son el eco, nunca la voz. Su grupúscula presencia hace ruido, pero no convence. Desgastadas sus palabras, sus frases percuden el aire con exaltaciones rutinarias que en vez de admiración prohijan lástima por el desdoro en que se manifiestan. Faltos de oficio, buscadores de beneficio, chambistas en la banca, los acarreados gritan con un sueño de esperanza en el porvenir del candidato en turno”.
Agenor González
Con indormación de Milenio, Espacio Latino.
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