Después de la huelga estudiantil de 1986, Las Islas de Ciudad Universitaria de la UNAM se convirtieron en un escenario que congregaba a miles de jóvenes que apoyaban causas sociales a través de la música: los famosos masivos de CU.
Lucha social, música y protesta
A finales de enero de 1987, los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) organizaron de forma autogestiva el primer concierto masivo en Las Islas de Ciudad Universitaria, como una manera de expresarse “contra el sistema” y dar fuerza el movimiento estudiantil. Era el primero después de que el gobierno autoritario del expresidente Luis Echeverría decidiera prohibir los conciertos de rock, luego de desprestigiar en los medios de comunicación el éxito del Festival Rock y Ruedas de Avándaro, realizado 11 y 12 de septiembre de 1971.
Durante años, decenas de miles de jóvenes abarrotaron Las Islas para escuchar buena música, con bandas que ahora sería inimaginable volver a juntar, y cuyos conciertos ya no cuestan un kilo de arroz o de frijol, que era lo que entregaban para poder pasar a disfrutar el resto de la tarde y la noche. Tenían nuevamente un espacio para expresarse, para bailar, para soñar que bailando felices hasta el cansancio, hombro con hombro, es posible cambiar al mundo.
Solidaridad con el EZLN
Ciudad Universitaria se había convertido en un espacio contracultural donde se presentaron bandas como Sekta Core, Santa Sabina, Todos tus muertos, Los estrambóticos, Guillotina, La Lupita, La Cuca, Resorte, Antidoping, La tremenda Korte entre otros muchos. En 1994, con el surgimiento del movimiento zapatista, los masivos de CU se convirtieron en una forma de expresar la solidaridad de los jóvenes estudiantes con las comunidades autónomas zapatistas. Indígenas en resistencia, jóvenes y bandas en la ciudad.
El 19 de enero de 1994 se realizó el festival Rock por la Paz, Justicia, Democracia y Libertad, al que asistieron alrededor de 30 mil jóvenes y en el que se juntaron casi 15 toneladas de comida que se entregaron a los insurgentes en mayo de 1995, en una comisión que encabezó la cantante Rita Guerrero.
En 1999, la nueva huelga de la UNAM revitalizó las causas sociales y estudiantiles que se dejaban entrever en la organización de los masivos de CU. En los años posteriores se presentaron bandas como Tex-Tex, Panteón Rococó, Inspector y La maldita vecindad. Lamentablemente, con el tiempo, varios años después estos conciertos dejaron de organizarse y de representar una de las expresiones más icónicas de lo que significaba ser un estudiante de la UNAM.
De los masivos a Trasfondo CU
Los conciertos de CU no lograron transfiguraron en un movimiento social, pero en esos momentos los estudiantes de la UNAM, de los CCH y las prepas se unían para expresar su libertad y su solidaridad con las causas sociales, con los ideales de justicia, en un acto de rebeldía que ahora atesoran como uno de los recuerdos más queridos de su juventud.
“Por la avenida va circulando el alma obrera de mi ciudad, gente que siempre está trabajando, y su descanso lo ocupa pa soñar”, qué lejos ven ahora los adultos la juventud que tenían en 2002, cuando bailaban al ritmo de Panteón Rococó esa crítica al sistema social al que ahora pertenecen. Hace tan solo dos décadas brincaban, hombro con hombro, mientras pensaban que podían cambiar el mundo a través de la música.
Fue hasta septiembre de 2022, con el evento Trasfrontera CU, que volvió a realizarse una jornada musical para conmemorar los 70 años de la máxima casa de estudios y el 15 aniversario de haber sido designada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Pero ya no fue lo mismo… el aforo apenas fue de 6 mil personas y ahora había jazz, rock, balkan, beatbox, freestyle, breakdance, y aún más importante: el evento fue organizado por la Dirección General de Música de la UNAM, no por los estudiantes, y ya no tenía un trasfondo social.
“Después de ocho horas de andar laborando
Desesperanza se siente en el hogar
Pues con la friega que hay a diario
Ya no alcanza pa’ progresar…”
Con información de Revista Consideraciones, La Jornada y la Secretaría de Cultura