Monumento a la Revolución: historia de un Palacio Legislativo que no fue

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Cuando comenzó su construcción, el famoso Monumento a la Revolución formaba parte de un proyecto muy ambicioso de Porfirio Díaz: crear un Palacio Legislativo que compitiera con el Capitolio de Estado Unidos y el Parlamento de Budapest.

Uno de los palacios legislativos más lujosos del mundo

En 1987, el presidente Porfirio Díaz lanzó una convocatoria internacional para construir un ambicioso proyecto: crear uno de los palacios legislativos que se convirtiera en la nueva sede de la Cámara de Diputados y de Senadores, de más de 14 mil metros cuadrados, el cual también se convirtiera en un ícono del centenario de la Independencia de México, aniversario que se cumpliría en el año 1910.

La obra estuvo a cargo del arquitecto francés Émile Bénard, quien inspiró su diseño en el Capitolio estadounidense y el Parlamento de Budapest. Bénard quería construir un edificio con estética europea neoclásica, un proyecto que nunca lograría concluir.

Llega la Revolución

Aunque el proyecto fue muy cuestionado por los elevados costos de la construcción, la primera piedra del nuevo Palacio Legislativo fue colocada el 23 de noviembre de 1910, solo tres días de que iniciara la Revolución mexicana. Además del estallido revolucionario, la edificación se enfrentaba a otros problemas, como el suelo lacustre de la Ciudad de México y los hundimientos que esto ocasiona en el subsuelo en la zona, por lo que la inversión de recursos fue muy alta, ya que se tuvo que construir una plataforma de acero y concreto que pudiera mantenerse en pie.

Finalmente, la obra del Palacio Legislativo Federal se suspendió en 1912, tras quedarse sin recursos a causa del movimiento revolucionario. Se había construido la cúpula y el resto solo había quedado en estructura metálica, la cual quedó en el olvido hasta 1922, cuando el arquitecto mostró un nuevo proyecto a Álvaro Obregón que sería un panteón de héroes de guerra. Sin embargo, este tampoco pudo concretarse y Bénard finalmente falleció en 1929.

El rescate del monumento

En el año 1933, el ahora Monumento a la Revolución fue diseñado por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, quien rescató el sueño de Émile Bénard, reinterpretó su estructura y le dio un nuevo significado: “el uso de la plaza como espacio público en torno a la conmemoración de una revolución constante”, según indica el portal de la obra.

Unos años después, en 1936, el recinto se convertiría en mausoleo de personajes revolucionarios, los cuales se encuentran hasta la fecha en criptas que se colocaron en la base de su cuatro pilares: Venustiano Carranza, cuyos restos se encuentran ahí desde 1942; Francisco I. Madero, desde 1960; Plutarco Elías Calles, desde 1969, y Francisco Villa, desde 1976. También los restos del expresidente Lázaro Cárdenas fueron trasladados al monumento en 1970.

Con información de BBC

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