Autor: Carlos Mota
Lo quiera o no, el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha quedado marcado para siempre por la caída de -0.1 por ciento en el PIB durante su primer año de gobierno.
Es el dato que quedará en los anales de los organismos económicos internacionales. Es un arranque de desprestigio que, a cualquier inversionista en Japón, Alemania o España, es lo único que le interesa consumir para decidir una inversión.
En México podremos leer la prensa local o la reacción del presidente en su conferencia matutina (argumentando que a él más bien le interesa el bienestar), pero eso no llega a la sala de consejo de una firma automotriz o de robótica del otro lado del mundo.
Lo que allá se lee es el encabezado y, cuando se hacen reportes por país, el dato del primer año de gobierno de AMLO será que la economía cayó desde el inicio de su gobierno.
No lo tiene fácil Alfonso Romo en su nuevo rol: ¿podría revivir algún organismo como ProMéxico para atraer inversiones?; ¿tendrá presupuesto para ello?; ¿podrá cesar a los funcionarios ideologizados de la Secretaría de Salud o de Economía?, ¿podrá reducir impuestos para la compra de autos nuevos?; ¿podrá ajustar la ley que dejó abierta la posibilidad de tratar como delincuencia organizada a empresas serias por las facturas falsas?
El riesgo de Alfonso Romo es enorme: si en unos meses las calificadoras bajan la nota soberana de México se convertirá en el villano favorito de los radicales de la 4T, y la presión sobre él para que la economía salga del estancamiento será enorme.
El problema es que en las siguientes semanas se pudieran hacer explícitas las limitaciones que tendrá su nombramiento.
En realidad, lo único que le serviría a Romo sería un cambio de prioridades de parte del presidente, y un otorgamiento explícito de facultades para que pueda despedir funcionarios. Si esto no está incluido en su nuevo rol, podría quedar arrinconado, en calidad de gestor de los proyectos caprichosos del jefe.
El -0.1 por ciento, quedó grabado en piedra, y el Presidente no puede hacer nada al respecto. Reuters consignó: “Mexico’s economy shrinks for first time in 10 years, in blow to president”; el Wall Street Journal sentenció: “Mexico’s Economy Contracted in 2019”; y el Financial Times publicó: “Mexican economy stagnates in fourth quarter; Latin American country struggles to exit recession in first year under López Obrador”.
Y en la inmensa mayoría de las veces el inversionista global sólo recordará un encabezado así.
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