El ahuehuete es un árbol ancestral de México. Para los aztecas, era un árbol sagrado, ceremonial e incluso relacionado con riquezas hídricas: de ahí su nombre, que en náhuatl (ahuehuetl) significa “viejo del agua”.
En el Bosque de Chapultepec, subsisten unos 30 o 40 árboles con más de cien años de esta especie; sin embargo, dentro de la reestructuraración de dicho espacio que planea el Gobierno Federal junto con la Ciudad de México, no se tiene contemplada una estrategia para su cuidado ni preservación.
Y es que según un reportaje publicado en El Universal, la condición de los ahuehuetes en Chapultepec es deplorable: están casi todos lejos del agua y, cuando no hay lluvias, carecen de un sistema de los hidrate; están rodeados de especies importadas que les roban luz o agua: truenos y algunos eucaliptos; varios están caídos, muertos; otros están en pie pero ya no tienen vida; algunos están atravesados por cables de electricidad; casi todos tienen sus raíces apretadas por arriates de concreto; o rodeados de sotobosque que no tiene
ninguna relación histórica con el paisaje, como dice Saúl Alcántara, profesor investigador de la UAM Azcapotzalco, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y Presidente de Icomos México, organismo de la UNESCO, consultado por dicho medio de comunicación.
Para los ahuehuetes, es difícil convivir con la Ciudad de México, la más poblada del país, así como con todas las obras que se llevan a cabo en el bosque de Chapultepec. A la entrada de la Casa de Guardia, un edificio de 1898, se encuentra otro de los ahuehuetes más afectados; con obras recientes sufrió cortes, tiene una grave inclinación, termitas y el concreto invade sus raíces, denuncia El Universal.
Al respecto, Saúl Alcántara señala: “Yo lo que haría sería sacrificar los espacios viales, abrirle espacio hasta el goteo de la fronda a cada árbol (eso puede ser de más de 20 metros), regenerar los suelos, quitar todas las instalaciones artificiales que hay, hacerles un sistema de riego; son árboles acuáticos, árboles riparios, que crecen siempre en los manantiales, en la rivera de los ríos”.
Y añade: “Estos árboles ya están en un ecosistema artificial y hay que ayudarles, necesitan nutrientes, agua. Se debe liberar todo el espacio de sus raíces; trasplantar unos truenos, palmeras. El proyecto sería darles posibilidad de que vivan 300, 400 años más. Si ubicamos los árboles históricos podemos vislumbrar una recuperación monumental y ambiental. Pero se privilegia a los vehículos; yo no he visto en Versalles que entren los vehículos. Aquí vemos planes de puentes, de una cineteca, pero no para estos árboles. En todo este gran proyecto habría que ver la excepcionalidad botánica”.
Una de las estrategias que propone el especialista a El Universal para rescatar a estos árboles milenarios, sería hacer una ruta turística especial para ellos y vincularlos con la ciudadanía: “Con un proyecto de ruta sagrada de los ahuehuetes esto ganaría mucho”, señala Alcántara y recuerda que ya ha habido proyectos de recuperación de árboles en lugares como Tzintzuntzan, Michoacán, donde la población participó en darle nombres a los árboles; también está el caso del árbol del Tule, en Oaxaca, donde el conocimiento ha permitido su investigación y preservación.