La devastación de Acapulco revela la decepción nacional de un presidente ausente
Acapulco, un lugar icónico de México conocido por sus playas y turismo, se convirtió en el epicentro de una catástrofe natural que reveló la verdadera naturaleza de la administración de Andrés Manuel López Obrador. Para la periodista Beatriz Pagés, el huracán Otis, que azotó con furia la costa del Pacífico, no solo dejó una estela de destrucción material, sino que también desnudó la parálisis y la ineficiencia del Gobierno, que es el resultado de cinco años de desmantelamiento institucional y un liderazgo que parece haber perdido su norte.
Desastre tras desastre: el costo de la negligencia
De acuerdo con la directora de la Revista Siempre, la devastación de Acapulco no puede atribuirse únicamente a la fuerza incontrolable de la naturaleza. Es el resultado de la negligencia sistemática y la falta de inversión en infraestructura y recursos de prevención durante años. Un sistema nacional de protección civil desmantelado y desactivado dejó al país vulnerable ante la furia de Otis. La respuesta del Gobierno fue tardía e ineficaz, lo que condujo a una tragedia que podría haberse evitado.
La promesa de López Obrador y su incumplimiento
Pagés resaltó que, durante su campaña presidencial, López Obrador prometió ser el presidente de los más pobres, el hombre que pondría a México de pie y atendería las necesidades de quienes más lo necesitan. Sin embargo, su respuesta ante la crisis en Acapulco ha sido reveladora. En lugar de movilizarse de inmediato y estar presente en la escena, el presidente optó por esconderse en su palacio, a cientos de kilómetros de distancia de quienes más necesitaban su liderazgo y apoyo.
El populismo y la falta de acción concreta
El plan de reconstrucción de Acapulco anunciado en la conferencia matutina pareció más un ejercicio de política electoral que una respuesta efectiva a una crisis inminente. Repartir dinero sin un plan sólido no es una solución a largo plazo, sino un intento de calmar el enojo de las víctimas y asegurarse de no perder votos. Esta estrategia, que busca evitar que otros ayuden para que todo se le deba a él, se asemeja a la gestión de las vacunas durante la pandemia, donde el presidente priorizó la propaganda sobre la acción efectiva.
La desconexión del presidente
La periodista recordó la siguiente frase como un ejemplo de la desconexión del presidente con la realidad:
“Me piden que me moje los pies, pero ¿cómo me los voy a mojar si me enfermo?”
Andrés Manuel López Obrador
Pronunciada desde la comodidad de su residencia, aislado de quienes se quedaron sin hogar y luchan por sobrevivir, revela una falta de empatía y liderazgo. El presidente no ha caminado las calles de Acapulco ni se ha encontrado con el pueblo que lo eligió. Parece no querer escuchar el grito de quienes votaron por él y hoy le dicen: “López Obrador, no sirves para nada”.
Un liderazgo en crisis
Para Beatriz Pagés, el huracán Otis desnudó a un líder que prometió ser el presidente de los más pobres y que ahora parece ser un merolico, un mentiroso sin credibilidad, preocupado principalmente por mantener el poder. La investidura presidencial, que una vez simbolizó la esperanza para los más necesitados, se ha desgastado en el barro de la retórica vacía y la falta de acción.
La necesidad de un liderazgo efectivo
La devastación de Acapulco pone de manifiesto la necesidad de un liderazgo efectivo y de un compromiso real con el bienestar de los ciudadanos. México merece un presidente que esté dispuesto a actuar en tiempos de crisis, a escuchar a su pueblo y a priorizar la acción sobre las palabras. La reconstrucción de Acapulco será un desafío monumental, pero también es una oportunidad para que el presidente demuestre que puede estar a la altura de las expectativas de los mexicanos. El liderazgo no se trata de palabras, sino de acciones concretas en momentos de necesidad.