El Parque Otomí-Mexica, también conocido como Zempoala-La Bufa, es un importante espacio ecológico, turístico y recreativo que se encuentra en una lucha constante contra los desarrolladores inmobiliarios, talamontes y propietarios de aserraderos clandestinos.
Estos individuos, respaldados por grupos armados, están causando una disminución significativa en la cobertura forestal de este corredor, que abarca 17 municipios en el Estado de México, ubicados entre la Ciudad de México y Morelos.
Este parque, que algunos ecologistas han bautizado como el “Gran Bosque de Agua”, se enfrenta a amenazas diarias que ponen en riesgo su riqueza natural y su importancia como fuente de recursos hídricos.
“Ya no se escuchan las aves del monte, al correcaminos no lo vemos ya, muchos animales ya no están, ahora hasta da miedo subir al bosque porque hay hombres armados que protegen aserraderos o la tala”, afirmó un integrante de la Unión de Pueblos Originarios, Comunales y Ejidales del Gran Bosque de Agua.
Activistas levantan la voz ante tala clandestina
El 5 de junio pasado, activistas y defensores del Parque Otomí-Mexica llevaron a cabo un bloqueo de casi seis horas en la autopista y la carretera libre México-Toluca. El propósito de esta acción fue llamar la atención sobre el grave problema de la tala clandestina en la región de los bosques del Estado de México, que ha sido designada como un área natural protegida en la Gaceta General de Gobierno estatal desde el 8 de enero de 1980.
La reserva ecológica abarca un total de 105 mil 875 hectáreas y se extiende por diversos municipios del Estado de México, incluyendo Capulhuac, Huixquilucan, Isidro Fabela, Jalatlaco, Jilotzingo, Jiquipilco, Lerma, Nicolás Romero, Ocoyoacac, Ocuilan, Otzolotepec, Tianguistenco, Temoaya, Villa del Carbón, Naucalpan y Xonacatlán.
Esta reserva es hogar de una rica biodiversidad, con una amplia variedad de fauna, flora y árboles como el oyamel, ocote, encinos, madroños, tejocotes, capulines, nogales y fresnos, entre otras especies que dan vida a los bosques del Parque Otomí-Mexica. “Por ello es importante proteger los bosques, frenar su devastación”, exhortan habitantes.
“El olor a tierra húmeda, el verdor y sentir la frescura de los parajes, daba la certeza de ingresar a una reserva fundamental para la vida, pues juntos forman el ciclo del agua, que abastece ríos, manantiales y corrientes subterráneas”, insisten pobladores de Huixquilucan.
“Ahora da miedo entrar al bosque, porque hay grupos armados que protegen la tala y los aserraderos. De noche escuchamos las cortadoras y el pasar de camiones”, comentan comuneros de Huixquilucan, Jilotzingo, Isidro Fabela y Nicolás Romero, que piden anonimato, pues temen por sus vidas, dado que hombres armados protegen el trasiego de troncos extraídos de cerros.
No basta presencia de la Guardia Nacional en Huixquilucan
En Huixquilucan, se ha observado la presencia de la Guardia Nacional recientemente, con el objetivo de proteger los bosques y disuadir la entrada de talamontes en los parajes de Piedra Grande y San Miguel. Sin embargo, según relatos de un residente de la región, ahora la actividad ilícita ocurre con descaro, ya que camiones cargados de troncos transitan durante el día e ingresan al municipio de Lerma.
Durante más de dos décadas, ambientalistas, investigadores de la UNAM y el IPN, representantes de pueblos originarios, comuneros, ejidatarios y comunidades enteras han alzado la voz en defensa del Parque Otomí-Mexica. Han manifestado su preocupación y luchado por la protección de este parque y su entorno natural.
Los miembros de la Unión de Pueblos Originarios, Comunales y Ejidales del Gran Bosque de Agua señalan que hace un año, los residentes del municipio de Ocuilan bloquearon la carretera Santiago-Chalma como medida de exigencia a las autoridades federales y estatales. Solicitaban la presencia de la Guardia Nacional para detener la tala en las áreas mexiquenses que limitan con Morelos.
El bloqueo carretero del 6 de junio de 2022 reveló la devastación causada por talamontes en el municipio de San Juan Atzingo. Según Arnulfo Gómez, presidente del comisariado de bienes comunales de ese lugar, más de 5 mil hectáreas de bosque, de un total de 12 mil, fueron arrasadas.
Invasores se apropian de la tierras
En Huixquilucan, se ha generado una alerta debido a la tala que ocurre en una franja que se extiende desde el cerro San Miguel hasta la zona de antenas de telecomunicaciones y los límites del parque nacional La Marquesa. Algunas áreas afectadas incluyen Loma Chiqueros, Mesa Grande, Mesa El Ocotal, Loma del Caballete y Mesa de Polvo, entre otras.
Los comuneros de Huixquilucan informan que invasores se apropian ilegalmente de tierras, alegando haber comprado lotes, y proceden a colocar malla ciclónica, talar árboles y tomar el control de terrenos que, según la ley, no son susceptibles de venta, ya que son propiedades comunales que solo pueden ser transferidas mediante acuerdos de una asamblea convocada por el comisariado de bienes comunales.
Piden parar construcción de desarrollos inmobiliarios
En Jilotzingo, activistas ambientales están demandando la eliminación del proyecto de construcción del desarrollo residencial Bosque Diamante, el cual contempla la tala de más de 200 mil árboles de encino en una extensión de 223 hectáreas. Estas tierras son ricas en manantiales, riachuelos y sistemas subterráneos de agua, que forman parte de un corredor natural.
En Atizapán de Zaragoza, colectivos e investigadores de la UNAM y el IPN están exigiendo detener los desarrollos inmobiliarios y la tala en una zona que identifican como parte del Bosque de Agua. En esta área, los flujos de manantiales y ríos alimentan la presa Madín, la cual suministra agua a Naucalpan, Tlalnepantla y Atizapán de Zaragoza.
Los ambientalistas demandan la intervención de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, así como los gobiernos estatales y municipales involucrados, para evitar la tala ilegal del Bosque de Agua. Este bosque provee agua a más de 25 millones de habitantes de la Ciudad de México, así como a los estados de México y Morelos.
“La tierra se está secando, ya no veo las aves de antes, ya no veo el correcaminos. Por la tala los cacomixtles bajan a las zonas urbanas y no se les ve mucho en el monte”, insisten habitantes de pueblos originarios. “El monte da agua, aloja vida silvestre y es atractivo turístico; todo eso se debe proteger”, reiteran.
¿Por qué es importante la defensa de las áreas naturales protegidas?
La defensa de las áreas naturales protegidas es esencial para garantizar la conservación de la biodiversidad, proteger los servicios ambientales, promover la investigación científica, fomentar el turismo sostenible y contribuir a la resiliencia frente al cambio climático. Estas áreas representan tesoros naturales que debemos proteger y gestionar de manera responsable para las generaciones presentes y futuras. Además, es un tema que atañe tanto a los ciudadanos como a las autoridades.
Entre las principales razones destacamos las siguientes:
- Resiliencia ante el cambio climático: las áreas naturales protegidas desempeñan un papel crucial en la adaptación y mitigación del cambio climático. Los ecosistemas naturales tienen la capacidad de absorber y almacenar grandes cantidades de carbono, ayudando a reducir los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
- Protección de ecosistemas clave: las áreas naturales protegidas incluyen una variedad de ecosistemas, como bosques, selvas, humedales, manglares y arrecifes de coral. Estos ecosistemas desempeñan funciones vitales, como la captura y almacenamiento de carbono, la regulación del clima, la purificación del agua y la prevención de la erosión del suelo. Al conservar estas áreas, se preservan los servicios ambientales que brindan y se asegura la salud del planeta.
- Conservación de la biodiversidad: las áreas naturales protegidas albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales, muchas de las cuales son endémicas y se encuentran en peligro de extinción. Al preservar estos espacios, se garantiza la supervivencia de las especies y se contribuye a mantener el equilibrio ecológico.
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Con información de La Jornada.