El papel del Estado

Palacio Nacional, símbolo del Estado mexicano

Desde la cancha

Por Demetrio Sodi.

En todos los países desarrollados el Estado juega un papel preponderante en todos los sectores de la vida nacional. El gasto público de cualquier país desarrollado —EUA puede ser la excepción— es cercano y, en ocasiones, mayor al 50% del PIB. En nuestro país, el gasto público es apenas cercano al 22%, quitando lo que representan PEMEX, CFE y otras empresas públicas, que no deberían estar en el presupuesto.

La ideología juega un papel fundamental en el papel del Estado. Siempre me ha gustado la definición clara que hace Norberto Bobbio en su libro Derecha e izquierda, como respuesta al libro El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, en donde este habla del fin de las ideologías. Para Bobbio sigue habiendo una Derecha y una Izquierda, y la diferencia está en la responsabilidad que tiene el Estado ante la población. Mientras para la Derecha el Estado debe limitarse a garantizar el Estado de derecho y la seguridad, dejando todo lo demás en manos del mercado, la Izquierda, según Bobbio, tiene la responsabilidad de garantizar, además de la ley y la seguridad, los derechos sociales de toda la población.

Hasta López Portillo, el Estado mexicano tenía la responsabilidad directa de garantizar esos derechos, pero a partir de Miguel de la Madrid, en parte por la crisis financiera que enfrentaba el Estado, se fue reduciendo el papel del Estado en la economía y su responsabilidad de garantizar los derechos sociales. La convicción de que el mercado puede, a la larga, garantizar los derechos sociales continuó hasta López Obrador, que retomó lo que era el compromiso del Estado de acuerdo con la Constitución de 1917.

En todo el periodo de 1982 a 2018 se fue debilitando al Estado, no solo vendiendo o debilitando las empresas públicas, PEMEX y CFE, sino quitándole facultades y dejándolas en manos de organismos autónomos que, en su mayoría, respondían a esa visión privatizadora del gobierno.

Yo creo en un Estado fuerte, que tenga los recursos necesarios para garantizar los derechos sociales, pero hay una diferencia entre un Estado fuerte y un Estado propietario. Hay empresas como PEMEX y CFE que tienen que estar en manos del Estado, o servicios sociales como la educación y la salud, cuyo acceso universal y de calidad el Estado debe garantizar, pero no creo que el Estado deba manejar ferrocarriles, aeropuertos, líneas aéreas, hoteles o centros de turismo, y menos creo que deba hacerlo el Ejército o la Marina.

Creo también que se había exagerado en la creación de organismos autónomos, pero había algunos que se han eliminado, como el INAI, que tiene que ser independiente, ya que el gobierno no puede ser juez y parte.

López Obrador sin duda tiene una nostalgia del echeverrismo que le tocó vivir, y Claudia Sheinbaum sigue sus pasos sin saber lo que significaron para el país los años posteriores.

Más que regresar al PRI de esa época, deberíamos ver las experiencias socialdemócratas de los países desarrollados, en donde un Estado fuerte no tiene como consecuencia un Estado propietario. Es cierto que nuestra realidad es diferente y en nuestro país la educación y la salud no pueden dejarse en manos del sector privado, pero regresar a un Estado propietario nos puede llevar a un déficit y un endeudamiento público, como sucede desde 2018.

Por otro lado, un Estado realmente fuerte tiene que ser democrático, con división de poderes y, sobre todo, con un poder judicial y una procuración de justicia independientes. La regresión democrática que estamos viviendo no tiene nada que ver con un Estado fuerte y democrático, sino con un Estado autoritario que piensa que por encima de la democracia está su disque “4a transformación”.

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