Guerra al narco

Desde la cancha

Por Demetrio Sodi

Hacer la guerra implica combatir a un enemigo con el objetivo de eliminarlo. Este puede ser externo o interno; en el caso de los cárteles en nuestro país, se trata de enemigos internos que deben ser neutralizados. Ni Calderón planteó una guerra cuyo objetivo fuera matar narcotraficantes, ni López Obrador propuso realmente “abrazar” a los delincuentes, ni la presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho que no deban ser combatidos.

Lo cierto es que, durante los últimos 18 años, hemos vivido en uno de los países más violentos del mundo. López Obrador logró lo que ni Calderón ni Peña Nieto habían podido: crear una policía —la Guardia Nacional— apoyada en el Ejército. Quienes criticaron a Calderón por sacar a las Fuerzas Armadas a las calles terminaron haciendo lo mismo cuando tuvieron en sus manos la responsabilidad de la seguridad pública nacional. Hoy, la Guardia Nacional es la principal institución encargada de la seguridad pública, y sus resultados se han vuelto más efectivos con el tiempo.

Después de 18 años sin resultados claros en la reducción de la delincuencia y la violencia, en los 13 meses de este gobierno comienzan a observarse avances positivos. Seguimos siendo un país muy violento, con 54.5 homicidios dolosos diarios, pero hace 12 meses la cifra era de 86.9. Para dimensionar el problema: en países como Japón o España ocurre menos de un homicidio al día.

La tendencia mensual es a la baja y, de hecho, en este mes —por primera vez— se registran menos de 50 homicidios diarios en cifras preliminares. Los resultados no se limitan a la disminución de homicidios (-37 %). Salvo la extorsión, que ha aumentado 23 %, todos los demás delitos de alto impacto muestran reducciones significativas: robo con violencia (-49 %), robo de vehículos (-44 %), secuestro (-59 %), feminicidio (-25 %), entre otros.

Varios analistas ponen en duda estas cifras por el aumento de personas desaparecidas; sin embargo, de acuerdo con especialistas en el tema, una parte importante de estos casos está relacionada con el reclutamiento forzado de jóvenes por parte del crimen organizado. También se afirma que los datos están maquillados. Desde mi punto de vista y por mi experiencia, es casi imposible que el gobierno federal pueda manipular las cifras que generan las fiscalías estatales.

Los resultados son positivos, pero no lograremos reducir la violencia si dejamos todo el peso a la Guardia Nacional. Mientras la corrupción se combate “de arriba hacia abajo”, la delincuencia y la violencia se atacan “de abajo hacia arriba”, es decir, desde la colonia, la comunidad y el poblado. Eso no será posible sin policías municipales y estatales bien capacitadas y equipadas.

Los estados con menores índices de violencia son aquellos que cuentan con mejores policías. Mientras no logremos esto en todas las entidades, los resultados no alcanzarán los niveles que necesitamos. Durante el sexenio de López Obrador se eliminaron todos los fondos federales destinados a apoyar a las policías municipales. Es cierto que su fortalecimiento es responsabilidad de estados y municipios, pero la mayoría de estos últimos no tiene recursos suficientes para sostener corporaciones profesionales y bien formadas.

Los avances en materia de seguridad son los únicos resultados positivos del gobierno de Claudia Sheinbaum. Es bueno que haya modificado la estrategia de López Obrador y se haya decidido a combatir de frente al narcotráfico y a la delincuencia organizada. El asesinato de Carlos Manzo exige una estrategia complementaria: no basta perseguir a los grandes cárteles, también deben enfrentarse los grupos delictivos locales que controlan la economía y la vida de múltiples poblados y municipios. Para lograrlo, es indispensable que, desde la federación, se fortalezca a las policías municipales.