Isidro H. Cisneros analiza la respuesta del gobierno federal a la movilización civil en defensa de la democracia y advierte sobre la conformación de un Estado autocrático.
A propósito de la marcha convocada por el presidente Andréa Manuel López Obrador este domingo 27 de noviembre como respuesta a la movilización de la sociedad civil que tuvo lugar dos semanas antes. Isidro H. Cisneros escribió al respecto en su columna ¿Consenso libre o consenso obligatorio?
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Desde su óptica, la movilización de este domingo fue una respuesta organizada, estructurada y financiada por el Estado frente a la marcha del 13 de noviembre. Se trata de una lucha por la hegemonía que se desenvuelve en un ambiente polarizado promovido por el lopezobradorismo y que, advierte Cisneros, tiene fuertes consecuencias para la convivencia social y política.
En este sentido, el doctor en Ciencia Política observa que de una democracia de consenso se pretende pasar a esquemas clientelares de control y movilización.
El sistema democrático, sostiene, se sustenta en el principio de legitimación que resulta del consenso libre de la ciudadanía. Este consenso determina la obligación política: “según la cual un poder es aceptado como legítimo y debe ser obedecido solamente si goza del consenso más amplio entre sus gobernados“.
La diferencia, dice Cisneros, entre el autoritarismo y la democracia en que en el primero el ejercicio del poder es descendente, es decir, de arriba hacia abajo. Mientras que en la democracia el poder se ejerce de manera ascendente.
Así mismo, en una democracia el libre consenso se expresa sin intermediaciones; en una autocracia, existe un consenso obligado porque se da a través de intermediarios quienes actúan en nombre de quien se encuentra en el vórtice de poder.
“Por ello, el objetivo último del modelo autocrático es la modificación de la forma de gobierno para que el poder no se ejerza de abajo hacia arriba como dicta la forma democrática, sino que cambie de dirección para que el poder se concentre en una sola persona o partido”.
Un presidencialismo autoritario, dice Isidro H. Cisneros, centraliza los poderes de decisión, una diferencia relevante en tanto que repercute en la legitimidad, la transparencia y rendición de cuentas.
“Es la distinción entre apertura y oscuridad, entre el Estado pluralista y el Estado absolutista. […] El líder populista desea gobernar libremente sin rendir cuentas a nadie, porque quien obedece no tiene necesidad de ver nada”.
En un Estado autocrático la imposición del consenso obligatorio es la regla. La relación entre gobernantes y gobernados está basada en el intercambio: protección económica a cambio de obediencia ciega.
“Representa el más alto grado de poder político que expresa la capacidad de tomar decisiones vinculantes para el conjunto de la sociedad y que coincide con la máxima concentración de la esfera privada del gobernante. Cuánto más grande es su poder absoluto, tanto más debe aparecer ante las masas ostentando un consenso obligatorio”.
Con información de La Crónica.
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