El doctor Isidro Cisneros apunta que los discursos de odio y polarización de López Obrador continúan fracturando a la sociedad mexicana.
En su columna “¿Qué aspecto tiene el odio?”, publicada en La Crónica de Hoy, el doctor Isidro Cisneros punta que los discursos de odio y polarización que sigue profiriendo el presidente López Obrador a cinco años de gobierno continúan fracturando a la sociedad mexicana. Para Cisneros, este discurso polarizador que el presidente provee a sus seguidores desde el poder, y que busca dividir entre “buenos y malos, entre amigos y enemigos” representa una identidad y una construcción lingüística para que los morenistas confronten día con día a los opositores al régimen.
Como señala el experto, para AMLO, la movilización y la autoexaltación se han convertido en ritos políticos obligatorios para este gobierno, impulsados por el odio y el resentimiento, y desde los cuales se sigue construyendo el mito del líder del que se sostiene la imagen del presidente López Obrador: “la soberanía popular se convierte en una nueva religión política en la que el pueblo se adora a sí mismo, mientras el líder guía, formaliza y manipula ese culto“.
La celebración gubernamental realizada con motivo de su quinto aniversario ilustra los mecanismos de la movilización clientelar, la verticalidad organizativa, el culto a la personalidad del líder populista y la estrategia de la permanente confrontación política con fines electorales.
Como señala el filósofo e investigador, el uso del lenguaje y los símbolos políticos para imponer ideologías, al más puro estilo del presidente López Obrador, es algo común entre los regímenes no democráticos que crean “movimientos políticos donde el Estado ejerce sobre la sociedad un poder total y absoluto“. Cisneros advierte que este lenguaje de odio político surgió en regímenes totalitarios como el de Hitler, Stalin y Mussolini, y explica que la propaganda nazi logró monopolizar la escena pública para convencer a la sociedad de “que sus adversarios deberían ser humillados, castigados y suprimidos”.
El odio proyecta un deseo de hostilidad y creciente desprecio que pretende cuestionar la imagen para después cancelar la existencia material del sujeto. Es un sentimiento negativo de aversión y rencor que conduce a la demolición de la imagen social del adversario. El odio es bidireccional: va desde el deseo a la acción, y viceversa. El odio se dirige a los otros, los distintos, los extraños, los que irrumpen desde el exterior en nuestro círculo de identificación ideológica y política.
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Con información de La Crónica de Hoy
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