Demetrio Sodi
Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de México en diciembre de 2018, el país ha sido testigo de una ola de violencia y asesinatos que ha dejado una profunda huella en la sociedad. A pesar de las promesas de un cambio y de una estrategia de seguridad renovada, los homicidios han continuado aumentando, generando una sensación de incertidumbre y temor entre los mexicanos.
Este año ya marcó un punto de inflexión, con un récord histórico de homicidios en el país. Las cifras sombrías y los informes diarios de asesinatos se convirtieron en una constante que resquebrajó la confianza de la población en las medidas implementadas por el gobierno. Aunque se han registrado fluctuaciones en los índices de violencia desde entonces, el problema persiste y exige una atención urgente.
Son ya 156 mil 136 asesinatos (y contando) en lo que va del sexenio. Es la “sangre morena” de la 4T, esa que dijeron hace seis años ya no correría más en el país porque le apostaron a una estrategia fallida de sustituir de “abrazos” por “balazos”. La retórica de pacificación y reconciliación ha sido insuficiente para frenar la ola de violencia que azota al país.
Las causas de esta espiral de violencia son complejas y multifactoriales. El crimen organizado, los conflictos entre bandas rivales y la lucha por el control de territorios son solo algunas de las razones que alimentan este fenómeno. Sin embargo, la incapacidad del gobierno para frenar esta tendencia y brindar seguridad a sus ciudadanos ha generado un creciente descontento y cuestionamientos sobre la eficacia de las estrategias implementadas.
La estrategia de “abrazos, no balazos” anunciada por el gobierno de López Obrador buscaba abordar las causas subyacentes de la violencia a través de programas sociales y de prevención del delito. Sin embargo, la falta de resultados concretos ha generado escepticismo entre la población. La ausencia de una estrategia de seguridad clara y efectiva ha dejado un vacío que el crimen organizado ha aprovechado para expandir su influencia y cometer actos violentos impunemente.
La impunidad también ha sido un factor determinante en esta crónica de asesinatos. Aunque se han anunciado investigaciones y detenciones, la gran mayoría de los casos permanecen sin resolver y los responsables continúan en libertad. Esto ha generado un sentimiento de desesperanza y frustración entre las víctimas y sus familias, que claman por justicia y una respuesta contundente por parte del Estado.
Es importante señalar que el problema de los asesinatos en México no se puede atribuir únicamente a la administración de López Obrador, ya que es un desafío complejo que ha prevalecido a lo largo de varias administraciones. Sin embargo, la responsabilidad recae en el gobierno actual para implementar políticas efectivas, fortalecer las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia, y generar un cambio real en beneficio de los ciudadanos.
Es innegable que el problema de los asesinatos en México es multifactorial y tiene raíces profundas que se remontan décadas atrás. Sin embargo, resulta crucial evaluar las acciones y políticas adoptadas por el gobierno actual para abordar esta problemática que cobra la vida de miles de personas cada año. Es, sin duda, el sexenio más sangriento de la historia de nuestro país
Además, la falta de resultados tangibles en la investigación y persecución de los responsables de los asesinatos ha generado un clima de impunidad que fomenta la perpetuación de estos actos criminales. La creación de la Guardia Nacional fue una medida esperanzadora, pero su despliegue y funcionamiento aún están en proceso de consolidación. Se requiere un mayor compromiso y recursos para fortalecer las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia.
Asimismo, es fundamental abordar las causas estructurales de la violencia en México, como la desigualdad social, la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción. Estos factores alimentan la desesperanza y la marginalización, creando un caldo de cultivo propicio para la violencia y el crimen organizado. El gobierno debe implementar políticas que atiendan de manera integral estas problemáticas, promoviendo la inclusión, la educación, el empleo digno y la justicia social.
Es importante reconocer que combatir los asesinatos en México es un desafío de largo plazo que ha prevalecido a través de diferentes administraciones. Sin embargo, la responsabilidad recae en el gobierno actual para tomar medidas concretas y efectivas que logren revertir esta tendencia alarmante.
El pueblo mexicano no puede esperar más. Cada vida perdida es una tragedia irreparable y una herida profunda en el tejido social. Es momento de que el gobierno de López Obrador asuma un liderazgo decidido y valiente para enfrentar este desafío. Se requiere una estrategia integral, basada en la coordinación entre autoridades, el fortalecimiento institucional, el combate a la impunidad y la atención a las causas subyacentes de la violencia.
La seguridad y la paz son derechos fundamentales que merece toda la sociedad mexicana. Es tiempo de actuar, de implementar políticas audaces y de generar resultados tangibles en la lucha contra los asesinatos. La esperanza de un México más seguro y pacífico está en juego, y no podemos permitir que más vidas se pierdan en la impunidad y la violencia. El momento de actuar es ahora.
La crónica de los asesinatos en México durante la administración de López Obrador es una historia marcada por la violencia, la impunidad y el desafío constante para garantizar la seguridad de la población. El clamor por justicia y paz se mantiene vivo, exigiendo acciones contundentes y un compromiso real por parte de las autoridades. Solo así se podrá revertir esta esta dolorosa realidad y construir un México más seguro y pacífico para todos.
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