En la ciencias de la comunicación existe un fenómeno llamado: “Teoría de los usos y las gratificaciones”, que explica cuál es la forma en la que las audiencias eligen determinado medio de información de entre toda una plural oferta en el mercado; por ejemplo, tú decides leer sólo cierto periódico y no todos los que vende el voceador. ¿Cómo tomas esa decisión?, según la teoría, sólo elegirás el medio que a ti te resulte útil en el campo psicológico o social.
La misma teoría explica que buscas determinados estímulos a los que quieres responder, por ejemplo, valores, intereses y funciones sociales que se acomoden a tus propios parámetros de pensamiento. En otras palabras, serás la audiencia del medio con el que encuentres mayor identificación ideológica.
Fue al sociólogo norteamericano Elihu Katz, a quien en los años sesenta del siglo pasado se le atribuyó gran parte de esta teoría. Como alumno de Paul Lazarsfeld y siguiendo con la línea de la escuela de Chicago, Katz buscaba encontrar el comportamiento de las masas para poder desarrollar estructuras que pudiesen influir en su comportamiento. Así fue como la corriente de la Mass Comunication Research, se apoderó de gran parte de los sociólogos, comunicólogos y psicólogos del siglo XX, para entender a los medios masivos y su impacto en las audiencias.
¿Qué pasa entonces cuando no puedes cumplir con la Teoría de los usos y las gratificaciones, qué sucede si el medio del que eres audiencia no empata con tus valores, tus creencias y en general con tus principios culturales? En la nueva autocomunicación de masas, como la llama el filósofo español, Manuel Castells, ya no elegimos un medio, somos parte de él: Facebook, Instagram, Twitter, son los mejores ejemplos de cómo la sociedad se volvió un ente creador de contenidos para sí misma.
Podemos elegir a nuestros contactos en las redes sociales de internet, pero no podemos decidir lo que piensa cada uno de ellos. Ahora que son tiempos de elecciones, ¿no te ha pasado que te peleas con contactos de las redes que ni siquiera frecuentas en la vida física, gente que quizá ni conoces pero cuyas ideas no concuerdan con la tuya?
Esto se debe a que ya todos somos generadores de información, pero por lo general, quedamos en el peldaño de las meras opiniones, por lo que nuestras publicaciones pueden herir las susceptibilidades de algunos contactos en nuestra red. Podríamos decir que no todos nuestros contactos agregados en las redes sociales nos gratifican, y si cumpliéramos con la teoría, debiéramos eliminar a cualquiera cuya opinión nos genere disgusto.
Pero no, más importante aún en tiempos de elecciones, como las que vivimos hace unas semanas, romper con la Teoría de los usos y las gratificaciones debería demostrar que somos capaces de aceptar la crítica a nuestras ideas y a debatir de manera sana los temas que se presentan en la arena pública. Las redes nos están dando la oportunidad para demostrarnos que podemos tolerar la diversidad de ideas sin prejuicios ni rechazos previos antes de un análisis inteligente de los argumentos que nos resultan “no gratificantes”.
Ante este nuevo fenómeno social, dejemos abiertas varias preguntas para que puedas responderlas según tu experiencia: ¿cómo reaccionas cuando lees una opinión contraria a la tuya?, ¿cuánta investigación hay detrás de lo que publicas, por ejemplo, relacionado a las elecciones?, ¿has entrado en discusiones vía redes sociales con gente que frecuentas poco en la vida física o incluso que no conoces? Pregúntate muchas cosas cuando utilices las redes sociales, así podremos entendernos mejor.
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