Pese a que en México y el mundo cada vez se hacen más famosas las terapias con plantas u hongos alucinógenos, ya sean medicinales o espirituales, éstas pueden representar riesgos para la salud física y mental, más aún si no se cuenta con la instrucción necesaria para su uso.
Según la Universidad Nacional Autónoma de México, en nuestro país, este tipo de terapias alternativas significan un riesgo a la salud por la falta de regulación sobre la materia y la poca experiencia científica de aquellos dedicados a administrarlas.
“El estudio con sustancias en México es súper complicado. La evidencia que tenemos de psicoterapia con alucinógenos es de otros países. Hay terapias con alucinógenos en México pero no está regulada, no hay ensayos clínicos. Se corre un riesgo (al participar en ellas), a diferencia de otros países donde se ha podido hacer investigación dentro de las universidades, en México una persona interesada pero no informada del proceso científico entra a un proceso de terapia alternativa en el que no hay una aprobación científica o de un comité de ética”, apuntó en entrevista la Doctora Claudia Rafful Loera, investigadora de la Facultad de Psicología (FP) para la Gaceta de la UNAM.
La Ley General de Salud, en el artículo 467, establece que se sancionará con prisión de siete a quince años a quien “induzca o propicie que menores de edad o incapaces consuman, mediante cualquier forma, substancias que produzcan efectos psicotrópicos”.
Las terapias alternativas deben “ser controladas y reguladas porque las personas ya lo están haciendo”, explicó el doctor Hugo Sánchez Castillo, académico de la Facultad de Psicología (FP), “el uso de la ayahuasca se está volviendo popular para controlar la depresión, también el LSD y los hongos. Significa que no podemos voltear y cerrar los ojos. Tenemos que abrirlos y mirar la oportunidad para poder seguir explorando, y evitar que esas personas caigan en una dosificación, evitar que se empeore su enfermedad. Tienen que participar en estudios serios y que pueda ser regulada”.
Sin embargo, parte de la trascendencia de estas nuevas alternativas médicas radica en el tratamiento contra la depresión, algo que se ha investigado a nivel internacional.
Según una investigación del diario El País, el psiquiatra Eduard Vieta, director científico del CIBERSAM y jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínic confirma que las investigaciones con psicotrópicos están dando buenos resultados. “La mayor barrera que tienen la mayoría de los fármacos que utilizamos contra la depresión es que no traspasan la barrera hematoencefálica, la principal barrera para el transporte de medicamentos hacia el cerebro, pero estas drogas sí lo hacen. Es cierto que son sustancias que comportan riesgos, pero al mismo tiempo tienen un gran potencial para el tratamiento de enfermedades, precisamente por esa capacidad de traspasar esta barrera”, explica.
Asimismo, se añade: “el mejor ejemplo está en la esketamina, que es un derivado de la ketamina, una sustancia sedante que se popularizó en las fiestas de música electrónica por su efecto disociativo, que se traduce en la sensación de salirse del propio cuerpo. Tras años de investigación con esta droga disociativa con gran poder alucinógeno, se ha convertido en el primer fármaco antisuicidio”, aseguró el investigador.
En tanto, Claudia Rafful Loera, precisó que uno de los mitos más populares respecto a los fármacos tradicionales que usan para tratar la depresión es que estos causan adicción o su efecto es inmediato: “Hay ciertos psicofármacos que sí causan adicción, como las benzodiacepinas o los tranquilizantes, pero los antidepresivos no la causan. Es uno de los mitos más importantes alrededor de los antidepresivos: no generan adicción. Tampoco hacen efecto inmediatamente. Una de las cosas más importantes a saber de los antidepresivos es que los tienes que consumir entre dos o tres semanas para que empiecen a hacer efecto.”
Es importante, puntualizó por su parte, también para la Gaceta UNAM, Hugo Sanchez Castillo, especialista del Departamento de Psicobiología y Neurociencia de la FP, que estemos atentos a los síntomas de la depresión para actuar a tiempo sobre el padecimiento. Las alertas más comunes están relacionadas con “problemas como falta de ánimo, cansancio, alteraciones de sueño, como hipersomnia o insomnio. Puede haber modificación de la ingesta de alimento, cambiar sus patrones de alimentación, dejan de comer o se come muchísimo. Tienen una sensación de desolación, inutilidad, no pueden hacer nada y, en muchas ocasiones, esto puede terminar en ideación suicida, algo bastante importante”.
No obstante los posibles beneficios, participar en este tipo de terapias en México es peligroso porque la mayoría están basadas en conocimientos empíricos y no científicos. Además, si los interesados desconocen sus predisposiciones genéticas o historial clínico, podrían sufrir ataques psicóticos o “quedarse en el viaje”.
“Si una persona consume una sustancia alucinógena sin saberlo y, de repente, comienza a ver alteraciones en su percepción puede ser muy intimidante, causa mucho miedo y ansiedad. Es algo que no puedes controlar. Eso genera angustia. Es importante que cuando la gente consume alucinógenos sepa qué está consumiendo y los efectos que tiene. Eso con cualquier droga, pero sobre todo con esta que altera la percepción de la realidad”, argumentó la doctora Claudia Rafful para la Gaceta UNAM.
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