El hackeo a Sedena expuso las prácticas de espionaje que se realizan en México como método para condenar las supuestas traiciones contra quienes ostentan el poder.
En su columna “La política del espionaje y la traición”, el doctor Isidro Cisneros apunta que el hackeo a Sedena no solo desveló la incapacidad del Estado para combatir la violencia que se vive en el país, sino que dan cuenta del uso del espionaje como método para condenar supuestas traiciones a quienes ostentan el poder.
Como señala Cisneros, los documentos que se han dado a conocer tras el hackeo a Sedena han dado cuenta también de los altos niveles de corrupción y colusión con el crimen que existe en los gobiernos, así como de las prácticas de espionaje del Ejército a movimientos sociales y líderes opositores, como el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno.
Además, el sociólogo y politólogo destaca que las filtraciones de los correos de la Sedena desvelaron que “la vieja tesis sobre el Estado-fallido en la evolución política mexicana ahora se orienta hacia un narco-Estado”, pues se ha logrado desentrañar una vez más la incapacidad del Estado mexicano para combatir y erradicar los problemas de seguridad pública.
“Han quedado al descubierto una serie de informaciones que demuestran el grado de descomposición en que se encuentra el país, la intrincada realidad delictiva que aflora cotidianamente en la sociedad y que ha penetrado a las instituciones en todos sus niveles, así como los vínculos que mantiene el crimen organizado con los gobiernos locales.
El experto indica que el “espionaje es un método para recabar información que resulta muy eficaz porque reafirma las capacidades intrusivas a disposición del poderoso que generan miedo”. En este sentido, el uso del espionaje para que quienes ostentan el poder político obtengan información sobre aquellos a quienes se les considera “traidores” u opuestos a una causa, puede compararse con “la intimidación, el soborno, el fraude y la ilegalidad”.
“Los casos de chantaje al dirigente del PRI Alejandro Moreno y a otros legisladores de su partido, así como a los senadores del PRD y especialmente a Miguel Ángel Mancera, representan la constatación de la podredumbre que caracteriza a nuestra clase dirigente. Se presenta una ausencia de sentido de vergüenza, pudor y culpa. Se ha perdido el honor como la virtud política por excelencia que fue objeto de grandes reflexiones por parte de filósofos y moralistas”.
“Para el autoritarismo los traidores son quienes lo combaten, incluso si estos representan a miles de personas”, señala Cisneros, quien explica que el “honor es una virtud política de la democracia que depende de las acciones y decisiones adoptadas”, mientras que el concepto de traición se ha transformado y ampliado hasta llegar a englobar a aquellos que ahora combaten la opacidad y la información compartida.
“La figura del traidor tiende a sobreponerse y a coincidir con la imagen del espía, porque los aparatos de inteligencia se amplían buscando involucrar a un mayor número de personas, para obtener información sobre los enemigos reales o imaginarios del Estado”.
Con información de La Crónica de Hoy
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